Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

Desde pequeños...

By 20:36 ,

 

En general, los niños y niñas que entran en contacto con el Evangelio, a los que se les anuncia la Buena Nueva de Jesús, la aceptan con alegría y corazón sincero, porque el Evangelio es para los niños igual que para los adultos. Es cierto que, cuando crezcan y se hagan mayores, se han de cuestionar esta opción; pero mientras tanto, su opción es tan verdadera y tan real como la nuestra y, por tanto, hemos de tomárnosla con la misma seriedad, proporcionando a los niños medios adecuados para que puedan expresar y vivir su fe. Uno de estos medios es, indudablemente, el canto y la música.

Todas las exhortaciones que aparecen en la Palabra de Dios (especialmente en los Salmos): “Cantad a Dios, tocad a Dios con instrumentos”, son dirigidas por igual a adultos y a niños, porque los niños pueden alabar a Dios -con sus voces y con sus instrumentos- igual que nosotros. Jesús mismo rebatió a los escribas y fariseos cuando se escandalizaban porque los niños le aclamaban. «Jesús les dijo: “Sí, ¿no habéis leído nunca: ‘de la boca de los pequeños y de los niños de pecho sacaré una alabanza’”?» (Mt 21, 16).

Lo que aprendemos de pequeños se nos queda grabado para siempre...

Cuántas veces Dios utiliza un canto grabado por la memoria infantil para hacer que un adulto vuelva a aquella primera experiencia de fe. Por otra parte, a los niños y niñas les gusta cantar por naturaleza, porque el canto crea un atmósfera de alegría que necesitamos para crecer de una manera armoniosa; el sentimiento de unidad que proporciona cantar juntos es importante ya desde la primera infancia.

Una palabra clave, tanto para la música como para la fe de nuestros niños, es impregnación. Solo arraigará en nuestros niños profundamente, aquello en lo que están inmersos, en lo que viven día a día; por decirlo así, aquello que han mamado. La música y el canto, bien utilizados, pueden verdaderamente impregnarlos de fe, esperanza y amor; son un buen aceite para que el Espíritu Santo los vaya empapando.

Estoy seguro de que la Iglesia del mañana va a valorar la música aún más de lo que la valora la Iglesia de hoy. Va necesitar hombres y mujeres con dones musicales y con una adecuada formación: nuestros niños de hoy. Hemos de cuidar, por tanto, los dones que el Señor regala a nuestras comunidades ya desde la infancia, viviéndolos de manera más integrada y profunda.

Si queremos renovar y ampliar los estilos musicales en nuestra Iglesia, debemos empezar por nuestros niños y niñas...

Es bueno que nuestros niños crezcan en un hogar donde la música y la fe estén asociadas; eso evitará que más tarde se vean en el dilema (con el que se encuentran muchos músicos) de tener que elegir entre Dios y la música, convertida en un ídolo, en un semidiós. El niño es más accesible que el adulto a los diversos estilos de música, a ritmos e intervalos distintos. Si queremos renovar y ampliar los estilos musicales en nuestra Iglesia, debemos empezar por nuestros niños y niñas. Ellos saben reconocer de manera natural lo que es bonito o atractivo, lo que  es especial; hemos de cultivar su sensibilidad a través de la música y el canto. Por todo ello, es importante elegir cuidadosamente las canciones a través de las cuales nuestros niños y niñas van a conocer y expresar  su fe. Podríamos señalar cuatro criterios:

  • En primer lugar, una melodía sencilla, que no cueste retener, que no tenga intervalos difíciles  ni pausas inesperadas.
  • Segundo, un ritmo dinámico, no excesivamente complicado y que, a veces, acompañaremos con percusiones o percusión corporal simplemente.
  • Tercero, una armonía poco sofisticada, que no confunda a los niños.
  • Y, por último, un texto claro y preciso, adaptado a la experiencia infantil y fundamentado en la Palabra de Dios, de manera que música y Palabra se refuercen mutuamente. Cada canto ha de estar adaptado a la edad y  madurez espiritual, y a lo que queremos contemplar, transmitir o expresar.

Quienes enseñemos cantos a los niños y niñas, debemos hacerlo con convicción, entusiasmo y seguridad. Conviene cantar primero la canción, para que la escuchen; hacérsela "interesante". Después dividirla en frases cortas, que les haremos repetir. A veces está bien disociar el ritmo de la melodía, y aprender primero el ritmo con percusión corporal. También, se pueden escribir algunas palabras clave para facilitar la memorización del texto. Podemos hacerlos cantar de dos en dos, de tres en tres, reforzar aquellas partes más complicadas, añadir gestos que faciliten  la expresividad y la memorización, alternar chicos y chicas, un solista y el grupo, voces con acompañamiento y sin acompañamiento de instrumentos... Es importante no cansar a los niños y tampoco pretender que el canto se aprenda inmediatamente. El amor y la paciencia son  fundamentales. Y la alegría, por supuesto.

¡Que la música y el canto que Dios nos da ya desde pequeños -y para los pequeños que Él nos los regala- le den siempre a Él toda la gloria!       

Javier de Montse - Comunidade Caná

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