Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

 
¡Despierta, que Dios viene! 
No ayer, no mañana; viene hoy, ahora...




ALÉGRATE por haber sido tocado por Dios desde el día de tu Bautismo. Eres hijo suyo y, además, en Belén te demostrará una vez más su gran amor: JESÚS.

ALÉGRATE en medio de las contrariedades. Sonríe, aunque a veces estés llorando por dentro...

ALÉGRATE aunque la suerte no te sonría. Dios te acompaña y, tarde o temprano, te dará respuesta.

ALÉGRATE porque Dios sale a tu encuentro. Se hace hombre por salvarnos, para que le veamos, para romper las distancias existentes entre la Tierra y el Cielo.

ALÉGRATE para infundir alegría a nuestro mundo. El pesimismo no se combate con más kilos de tristeza y, por el contrario, sí con una buena dosis de alegría cristiana.

ALÉGRATE aunque, aparentemente, no consigas los efectos deseados. Tampoco Dios, en Belén, se hizo sentir con mucho éxito sino todo lo contrario.

ALÉGRATE en el trabajo. Que se note que eres cristiano. Que irradies la alegría de la próxima Navidad: Dios en medio de nosotros.

ALÉGRATE porque, como Juan Bautista, también tú puedes ser pregonero del nacimiento de Cristo, de su fuerza y de su Palabra.

ALÉGRATE esperando en Dios y, sobre todo, trabajando y optando por su inminente llegada: ¡El Señor está cerca!

¡¡¡ ALÉGRATE !!!    Y, lejos de pretender que cambien los demás, cambia un poco tú. Que el Señor, cuando llegue, encuentre -al menos- tu camino limpio y bien preparado para su nacimiento.


  
       El noviazgo es el tiempo en el cual los dos están llamados a realizar un trabajo compartido sobre el amor; un trabajo en profundidad. Se descubren poco a poco el uno al otro.  El hombre ‘aprende’ acerca de esta mujer, su novia; y la mujer ‘aprende’ acerca de este hombre, su novio.      
     Desde esta perspectiva -apuntada por el Papa Francisco- hemos preparado 15 temas para ayudaros a verificar vuestro amor. Nuestra propuesta es acompañaros en este camino que tiene meta. La clave ha de ser el diálogo que estos temas, como etapas de un camino, susciten entre vosotros, los novios.

El ITINERARIO se desarrolla en ENCUENTROS MENSUALES
Estamos a vuestra disposición...
986.313.795   canacomunidade@gmail.com    636.086.986 (WhatsApp)
   
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"Aprender a amar a alguien no es algo que se improvisa 
ni puede ser el objetivo de un breve curso 
previo a la celebración del matrimonio
(Amoris laetitia 208)


Rialdarca, itinerario para NOVIOS 

Un sendero de poco más de un kilómetro, para personas de cualquier edad




✅ ENCUENTRO de ORACIÓN mensual, encontrándonos como hermanos unidos entre mundos divididos. ¡Te esperamos!
✅ Este viernes, 13 de diciembre, os invitamos a descubrir juntos, cómo ser más hermanos -cristianos de distintas Iglesias, denominaciones y movimientos-, colaborando juntos en los sueños de Dios para esta ciudad de Santiago de Compostela.


     Conocemos tres venidas del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquéllas son visibles, pero ésta no. En la primera el Señor se manifestó en la tierra y vivió entre los hombres, cuando -como él mismo dice- lo vieron y lo odiaron. En la última contemplarán todos la salvación que Dios nos envía y mirarán a quien traspasaron. La venida intermedia es oculta, sólo la ven los elegidos, en sí mismos, y gracias a ella reciben la salvación.


    En la primera el Señor vino revestido de la debilidad de la carne; en esta venida intermedia viene espiritualmente, manifestando la fuerza de su gracia; en la última vendrá en el esplendor de su gloria. Esta venida intermedia es como un camino que conduce de la primera a la última. En la primera Cristo fue nuestra redención; en la última se manifestará como nuestra vida; en esta venida intermedia es nuestro descanso y nuestro consuelo.
    "El que me ama guardará mi palabra; mi Padre lo amará y vendremos a fijar en él nuestra morada". Conserva tú también la Palabra de Dios, porque son dichosos los que la conservan. Si guardas así la Palabra de Dios es indudable que Dios te guardará a ti. Vendrá a ti el Hijo con el Padre, vendrá el gran profeta que renovará a Jerusalén, y Él hará nuevas todas las cosas. Gracias a esta venida, nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial. Y, así como el primer Adán irrumpió en todo el hombre y lo llenó y envolvió por completo, así ahora lo poseerá totalmente Cristo, que lo ha creado y redimido y que también un día lo glorificará.
S. Bernardo






     > Y DE NUEVO VENDRÁ CON GLORIA <

     La primera parte del ADVIENTO no se refiere al pasado, sino al futuro; no celebra lo ya acontecido, sino lo que vendrá. Recordar el pasado a veces produce nostalgia. Esperar, con esperanza cierta, un futuro de plenitud debería dar una mayor calidad a la vida.

    Según lo que esperamos y a quien esperamos, así vivimos. Quien espera, aún en medio de muchos dolores, la curación de una enfermedad, vive con mucha más alegría que quien, sin sufrir tanto, sabe que con su enfermedad tiene los días contados. Quien espera la pronta liberación, aún en medio de sufrimientos e incomodidades, vive con más alegría que quien sólo espera la muerte.
   

    Por otra parte, cuando el Señor venga glorioso quedará clara la verdad de todas las cosas. Quedará claro que lo único que tiene futuro es el amor, la verdad, la justicia. Y que el odio, la guerra y el mal no tienen ningún futuro. Quedará claro quien es ese que vino humildemente, al que se podía rechazar, porque no quería ni podía imponerse. Cuando el Señor venga glorioso triunfará definitivamente el bien. En este sentido, los cristianos tenemos la clave de lo que vale y de lo que no vale. ¡Qué pena perder el tiempo por lo que no vale!

    Del 13 al 15 de diciembre (2024) celebramos en Tirán nuestro Encuentro de ADVIENTO. Los Encuentros comunitarios son mensuales; normalmente, de fin de semana. En todos ellos hay oración, revisión de vida, formación, participación en la Eucaristía dominical y preparación de las acciones pastorales y de evangelización que lleva a cabo la Comunidad. Los niños y jóvenes se integran en las reuniones en momentos de oración, ayudando a los adultos en actividades domésticas u organizativas y realizando actividades formativas adecuadas a su edad.


    La Comunidad acoge la singularidad de cada familia, creando unas relaciones fraternas, aprendiendo unos de otros en la oración y el compartir humano, espiritual y material, en la línea de las primeras comunidades cristianas (Hech 2). Cada familia de la Comunidad camina como Iglesia doméstica. Nuestro modelo es la Familia de Nazaret. Hacemos oración en familia al terminar el día: Rosario, Vísperas, lectura de la Biblia acorde con los tiempos litúrgicos...

    Cada familia se compromete a rezar por las otras familias de la Comunidad y a mantener una comunicación cercana, tanto los adultos como los jóvenes y los niños, a visitarnos unos a otros y compartir de cerca nuestras dificultades y alegrías, luces y sombras... Es motivo constante de nuestro compartir, en primer lugar, nuestra propia vida -para crecer espiritualmente y dar mayor gloria a Dios- y, en segundo lugar, nuestro servicio a la Iglesia.

    Todas las familias necesitamos un espacio de intimidad y un espacio de apertura a los otros. Es importante mantener estas distancias. Cada familia ha de ir haciendo su propio camino con el Señor: camino de amor y oración, acción y contemplación, vida familiar y vida de servicio a la Iglesia. Comunidade Caná es una comunidad de comunidades.

   Propiciamos la constante formación cristiana de todos los miembros de la Comunidad. Una formación bíblica, doctrinal y espiritual que va encaminada a servir a la Iglesia, fundamentalmente en el campo de la familia. Se cuida de modo especial el trato con los sacerdotes.

   Cuando así lo pide una familia, la Comunidad trata de potenciar, apoyar y ayudar la acción evangelizadora que está realizando en el lugar donde vive. La Comunidad va creando un estilo evangelizador propio que tiene como elementos principales la oración y el testimonio.


 
Comunidade Caná desarrolla esta Catequesis el 15 y 16
de febrero de 2025 en la Parroquia de S. Martiño (Moaña)


     Es precisa una adecuada preparación al SACRAMENTO del MATRIMONIO, dada la importancia de este sacramento que une para siempre a un hombre y una mujer sobre quienes se constituye la familia.

      Benedicto XVI explica que "el derecho a casarse conlleva el derecho a celebrar un matrimonio auténtico. No se negaría por tanto un matrimonio allí donde evidentemente no existieran impedimentos para su ejercicio, es decir, se cumplieran la capacidad, la voluntad de los cónyuges y la realidad natural del matrimonio". Un serio discernimiento en este aspecto, dice, evitará que "impulsos emotivos o razones superficiales induzcan a los dos jóvenes a asumir responsabilidades que después no sabrían desempeñar". Por ello, "matrimonio y familia son instituciones que deben ser promovidas y defendidas de cualquier tipo de equívoco sobre su verdad".

       En cuanto a la preparación para el sacramento del matrimonio, Benedicto XVI afirma que "el objetivo inmediato de tal preparación es el de promover la libre celebración de un verdadero matrimonio".

      "El noviazgo tiene que ver con la confianza. Confianza en la vocación que Dios da, porque el matrimonio es, antes que nada, el descubrimiento de una llamada de Dios. Es algo bello que hoy los jóvenes puedan elegir casarse sobre la base de un amor recíproco. Pero la libertad del vínculo requiere una armonía consciente de la decisión, no sólo un simple entendimiento de la atracción o del sentimiento, de un momento, de un tiempo breve… requiere un camino.” (Papa Francisco)
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Estamos a vuestra disposición para las explicaciones que necesitéis
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... y vuestros ancianos sueños

       “Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion, nos parecía soñar; la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos (Sal 125).

 

      Este salmo nos cuenta la alegría del regreso. Los cautivos vuelven a Sion, sus lágrimas se transforman en cantares; dejan atrás años de destierro y vuelven a su patria. Al leer este salmo desde el Nuevo Testamento, reconocemos en él la criatura nueva. Ya no soy esclavo del temor: soy hijo de Dios. Antes vivía para las vanidades y cosas del mundo; ahora soy de Dios. Antes estaba triste; ahora canto y alabo al Dios que me sacó de las tinieblas y me hace vivir en Su luz. Y hasta los amigos ateos, los que no reconocen a Dios, se admiran de lo que ven en mi vida, en mi casa. Incluso nosotros mismos nos admiramos… “Nos parecía soñar”. Como los ciegos, leprosos, endemoniados, paralíticos del Evangelio, nos llenamos de asombro ante la novedad que ha transformado nuestras vidas: “Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares”. Es verdad: al pueblo de los redimidos, el Señor no nos deja en la muerte, en el abandono, en las lágrimas. ¡Hay una esperanza!  No moriremos hundidos en la soledad. Dios nos visita, nos levanta con su diestra poderosa y nos saca a un lugar habitable.
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        Escuchemos las primeras palabras del Resucitado: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Jesús se fija en las lágrimas de María Magdalena. En este rostro ve las lágrimas del mundo. Por esas lágrimas ha venido Él. Por eso nos detenemos en las lágrimas, sin querer pasar rápidamente a los cantares. Porque podemos vivir en un llanto continuo, en la queja, sin encontrarnos con el Rostro del Resucitado. Y ahí no hay esperanza. El Señor recoge nuestras lágrimas; para ello debemos alzar la cabeza y mirarlo a Él, resucitado. Su primera mirada se posa sobre las lágrimas, no sobre nuestros pecados. El mundo sigue siendo un inmenso llanto; pero con nosotros está el Señor. Por Él recuperamos los cantares, en medio de la lucha y la reconstrucción.

 

     Querida Renovación Carismática, queridas familias: las lágrimas, la enfermedad, la soledad, el abandono, la incertidumbre, la muerte… no tienen la última palabra. Con Cristo en medio de nosotros, son motivo de lucha, del combate de la Fe; nunca de abatimiento o desánimo. Y terminan siempre en cantos de victoria. El Señor nos invita a levantarnos y avanzar. “Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados”. Así debemos contemplar las lágrimas de nuestras familias y de las familias que nos rodean; porque así recorrería Jesús nuestras calles y ciudades, dando una respuesta al sufrimiento y al dolor. La familia cristiana tiene en su interior la semilla de Vida que, al morir, da vida, cosechando frutos de bondad, de paz, de esperanza.

        Resuena en nuestros corazones la profecía de Joel a la que se nos remite en los Hechos de los Apóstoles el día de Pentecostés: “Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (Jl 3, 1). El Espíritu Santo se derramó abundantemente en Pentecostés y cumplió esta profecía. Ha bajado sobre nosotros en nuestro bautismo y nos ha marcado a cada uno con Su sello… ¡Ahora ya todos somos profetas! El profeta habla de parte de Dios; no trae mensajes del mundo, sino de Dios-Padre, que nos creó y nos recrea.

 

   

       Ante esta nueva situación, Cristo nos invita a ser centinelas, enviados. Y pone visiones en los jóvenes. Ver: es la palabra en la que ahora nos detenemos. Para este tiempo nuevo necesitamos una mirada nueva, de misericordia y compasión, como la del buen samaritano. Es la mirada que no se queda en una contemplación desoladora, sino que pasa a la acción por el dinamismo del amor. El Espíritu Santo pone en nosotros esta visión que pasa de vera tocar, a sanar, a implicarse. Nos reta proféticamente a salir de las rutinas acomodadas dentro de nuestras familias y poner en juego toda nuestra creatividad, con ese Dios que tiene poder para hacer en nosotros mucho más de lo pensamos y calculamos. 

 

         "Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida." («Gaudete et exsultate» nº 15). La mejor Iglesia es la que arde… en el Fuego del Espíritu Santo. Mantengamos los ojos abiertos, las lámparas encendidas y la esperanza firme. Dios está pasando y he de estar preparado para abrirle las puertas de mi casa.

 

         En el seno de la familia están nuestros jóvenes con sus visiones. Y estamos nosotros, Javier y Montse, ancianos llenos de sueños. En nuestro caminar con el Señor hacemos memoria de los primeros pasos en la Renovación, cuando comenzó el Grupo de Oración de A Coruña en 1976. Todo era nuevo entonces. Ahora, el Señor -por medio del Papa Francisco- nos sigue invitando al asombro. Jesús continúa despertando en nosotros los sueños de la Fe. Porque, en la barca agitada por tormentas, parece dormir; pero, en realidad, trabaja unido a su Padre Dios y al Espíritu Santo para avivar nuestra Fe. 

       La barca es una imagen preciosa para nuestra familia, nuestra Comunidad, Grupo de Oración, camino de santidad. Si Jesús va en la barca, ¿por qué tener miedo? Él nos invita a la confianza; “pero que vuestra confianza -dice Charles de Foucauld- no nazca de la dejadez o de la ignorancia de los peligros. La tempestad es casi constante. Más no olvidéis: estoy ahí, con vosotros, con vuestra familia. ¡Esta barca es insumergible! Desconfiad de vosotros mismos, pero tened confianza total en Mí.

 

         Escucha en tu interior esa llamada. Es la voz de Jesús que increpa al viento y al mar, que abre caminos. Ahora no duerme; está en pie sobre la barca y te llama a no desfallecer en la lucha por sacar adelante a tu familia, por mantener la oración familiar, por educar a tus hijos, por elegir amar, por no quedarte solo/a, por apoyarte en Él y no simplemente en tus razonamientos.

 

         En el “pico” de la pandemia, el Señor dio esta Palabra profética a Comunidade Caná: “¡Creed! ¡Creed sin ver! Yo veo en vosotros. ¡Avanzad!”. Estamos aquí para este tiempo, para esta hora. Veámonos como Él nos ve, en sus propósitos eternos. Creamos, avancemos, echemos de nuevo las redes en nombre de Jesús el Señor. Volvamos al Principio: al Padre que nos ha creado y recreado. Dejémonos abrazar una y otra vez por Jesús: elegidos, llamados, amados hasta el extremo por Él. Y enviados en el Poder del Espíritu… ¡abracemos la misión!

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Montse y Javier  ·  Comunidade Caná


"Tres días después de que Jesús se encontrara con sus primeros discípulos, hubo una boda en Caná de Galilea. María, la Madre de Jesús, había sido invitada y también Jesús y discípulos. En aquella época, las fiestas de boda duraban casi una semana y eran muchos los invitados. Cuando estaban en mitad de la fiesta, se acabó el vino y entonces María, que se había dado cuenta enseguida, se acercó a Jesús y le dijo: «No tienen vino». Jesús le contestó: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora». María fue a hablar con los criados y les dijo: «Haced lo que Él os diga».

Había allí seis tinajas de piedra que se utilizaban para limpiar y lavarse. Jesús les dijo a los sirvientes: «Llenad las tinajas de agua». Y los criados las llenaron hasta arriba. Entonces Jesús añadió: «Sacad ahora un poco y llevárselo a vuestro jefe». Cuando éste degustó el vino nuevo, llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo sirve al principio el mejor vino y cuando los invitados ya han bebido bastante, se saca el vino de peor calidad. Tú, sin embargo, has reservado el vino mejor para el final». Éste fue el primer signo que realizó Jesús. Sus discípulos se dieron cuenta de quién era y creyeron en Él" (Jn 2, 1-12).

Este pasaje del Evangelio es un gran tesoro del que podemos sacar fruto en cualquier situación de nuestra vida matrimonial y familiar... Vosotros, esposos, sois los esposos de aquella boda. Ahora, después de algunos años, sabéis lo que quiere decir de verdad "no tenemos vino". Recordad que Jesús responde siempre a una necesidad.

Si estáis hambrientos, sedientos, angustiados, inquietos, insatisfechos, buscando... entonces Jesús llegará a vuestros corazones, porque a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Los esposos somos -también- los sirvientes

Dentro de la vida familiar, somos siervos los unos de los otros. Siervo tiene que ser el esposo para la esposa y la esposa para el esposo. Siervos los dos de nuestros hijos.  Nuestra actitud debe ser como la de los sirvientes del pasaje, cuando María les dijo: "Haced lo que Él os diga".

¿Estáis poniendo vuestras tinajas, vuestra agua bajo la acción del Espíritu Santo o vivís  frustrados y desgastados,  haciendo y haciendo sin ver fruto? La Madre de Jesús se da cuenta de que hay dificultades: No tienen vino. Estas palabras de María son signo de lo que ha de venir en todo matrimonio a medida que pasan los años. Hay un momento en que falta el vino, la ilusión, la esperanza. María, la Madre, se anticipa. Se lo dijo ya a su hijo Jesús; ya le habló de vuestra falta de vino. Y después le dice a los sirvientes: Haced lo que Él os diga.
Ahora, pasada la boda, pasados los años, somos el esposo servidor de la esposa y la esposa servidora del esposo. Ante la falta de vino, se nos pide: llenad las tinajas de agua, ofreceos plenamente el uno al otro, no dejéis la tinaja a medias; entregaos vuestra agua, vuestra vida; daos totalmente en alma y cuerpo.

Somos nosotros los sirvientes que hemos de llenar las tinajas de agua. Después... se realiza el milagro y el agua se transforma en vino. Nuestro esfuerzo es bendecido, es tocado por Dios. El mandato es importante: ¡llenad las tinajas! No las dejéis a medias, no os conforméis con amar un poco, con dar a medias, con pasar la cuenta de lo que ponéis el uno y la otra.

Hagamos memoria:  "El amor es paciente, es servicial. El amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe, no es egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal. No se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. todo lo espera. Todo lo soporta" (1Cor 13 4-7). Esta es la calidad del amor que viene de Dios. El amor al que hemos de aspirar. Agua, humanidad, imperfección... puestas bajo la acción del Espíritu Santo, se transforman en vida sobrenatural, en amor divino, en vino de primera calidad.

¡Daos totalmente como esposos, como padres!

Y entonces, en medio de limitaciones y pobrezas, Jesús bendice el agua y se produce el milagro: un vino mucho mejor que el de antes y más abundante. Con Jesús y María no os faltará el vino. Siempre que os sintáis faltos de algo, llenad vuestras tinajas. Y el segundo vino será mejor y más abundante que el primero: "Yo he venido para que tengan vida y vida abundante" (Jn 10, 10).

Jesús y María están presentes en cada una de nuestras familias. Son los que van a realizar el milagro de convertir nuestra agua en vino; nuestra sed, nuestra hambre, nuestra angustia, nuestra duda, nuestros desatinos... No desaprovechemos la oportunidad de pedir con un corazón sencillo y humilde. Jesús y María quieren bendecir también a los invitados, a todos los que se acercan a nosotros... Empezando por nuestros hijos y continuando por otros familiares, amigos, etc.

Señor, ¡aumenta nuestra fe! Nosotros solo podemos aportar nuestra pobreza, nuestra agua. Si confiamos en Ti, en nuestra familia se producirá el milagro que esperamos y podremos comenzar a vivir la plenitud del Amor.

Montse y Javier - Comunidade Caná

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      Comunidade Caná es una Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática, corriente de gracia suscitada por el Espíritu Santo tras el Vaticano II en las diferentes confesiones cristianas. Estamos presentes en las diócesis de Lugo, Ourense, Madrid, Zaragoza y Santiago de Compostela. 

    Del 22 al 24 de noviembre de 2024 celebramos nuestro ENCUENTRO mensual. Los Encuentros comunitarios son, normalmente, de fin de semana. En todos ellos hay oración, revisión de vida, formación, compartir, participación en la Eucaristía  y preparación de las acciones pastorales y de evangelización que lleva a cabo la Comunidad.  

     Los ENCUENTROS comunitarios -dice Jose Pérez- "son, para mí, el lugar de encuentro, primero, con Dios y, después, con mis hermanos de comunidad. Dios nos regala estos ENCUENTROS para mostrarse y darse por entero; y espera de nosotros la misma respuesta. Aquí nos jugamos todo: tenemos la ocasión de ejercitarnos en el amor fraterno. Sé que mis hermanos de comunidad no son los que yo hubiera elegido para compartir mi vida, sino los que Dios ha pensado para mí; por eso el encuentro tiene una riqueza que yo no puedo llegar a imaginar y, muchas veces, ni llegar a entender. Lo maravilloso de vivir el don de la fe es poder hacerlo comunitariamente."

    Rosa Sánchez añade: "Comparto la experiencia con Jose. Es encuentro con Dios y con los hermanos. También momento de revisión, de abrir tu corazón a Dios y a los hermanos, y escuchar. Es el lugar donde soy querida y aceptada como soy, por mí misma; el Señor nos manifiesta su amor a través de los hermanos. También es un momento de gracia en nuestro matrimonio: me siento fortalecida en mi vocación." 
   
       Comunidade Caná está formada por familias de distintos lugares de España. Contamos también con familias y personas que colaboran con la Comunidad en diversos servicios y misiones.
        Somos una comunidad de familias. El objetivo no es vivir bajo el mismo techo, sino crecer en familia: que cada familia se sienta fortalecida en su vida de fe, apoyada en las decisiones humanas que debe tomar e impulsada a caminar como familia cristiana en medio del mundo. Cada familia vive de su trabajo diario y está enraizada en un lugar determinado, integrándose en la vida parroquial y construyendo una vida humana y espiritual estable y equilibrada; tiene, por otro lado, plena autonomía para tomar las decisiones que exige su vida familiar, como comunidad que es -“Iglesia doméstica”- dentro de una comunidad mayor.

 
         Nuestro gran reto no consiste en resolver los incontables problemas que surgen en las familias, sino en reconocer el Don que Dios regala y hacerlo fructificar. Es un reto de dimensión divina pero que está a nuestro alcance, porque Dios mismo lo acompaña y lo hace madurar.
      La ideología de la postmodernidad niega la verdad en lo concreto de la vida de las personas: el cuerpo pierde su lenguaje y el tiempo queda fragmentado en instantes; el resultado son personas desintegradas, debilitadas y manipulables. 


     Caná acoge la singularidad de cada familia, creando unas relaciones fraternas, aprendiendo unos de otros en la oración y el compartir humano, espiritual y material, en la línea de las primeras comunidades cristianas. Cada familia de la Comunidad camina como Iglesia doméstica. Nuestro modelo es la Familia de Nazaret. 
      Cada familia se compromete a rezar por las otras familias de la Comunidad y a mantener una comunicación cercana, a visitarnos unos a otros y compartir de cerca nuestras dificultades y alegrías, luces y sombras... Es motivo constante de nuestro compartir, en primer lugar, nuestra propia vida -para crecer espiritualmente y dar mayor gloria a Dios- y, en segundo lugar, nuestra acción pastoral y evangelizadora.