Desde esta perspectiva -apuntada por el Papa Francisco- hemos preparado 15 temas para ayudaros a verificar vuestro amor. Nuestra propuesta es acompañaros en este camino que tiene meta. La clave ha de ser el diálogo que estos temas, como etapas de un camino, susciten entre vosotros, los novios.
Rialdarca, itinerario para NOVIOS
Un sendero de poco más de un kilómetro, para personas de cualquier edad
La primera parte del ADVIENTO no se refiere al pasado, sino al futuro; no celebra lo ya acontecido, sino lo que vendrá. Recordar el pasado a veces produce nostalgia. Esperar, con esperanza cierta, un futuro de plenitud debería dar una mayor calidad a la vida.
Según lo que esperamos y a quien esperamos, así vivimos. Quien espera, aún en medio de muchos dolores, la curación de una enfermedad, vive con mucha más alegría que quien, sin sufrir tanto, sabe que con su enfermedad tiene los días contados. Quien espera la pronta liberación, aún en medio de sufrimientos e incomodidades, vive con más alegría que quien sólo espera la muerte.
Por otra parte, cuando el Señor venga glorioso quedará clara la verdad de todas las cosas. Quedará claro que lo único que tiene futuro es el amor, la verdad, la justicia. Y que el odio, la guerra y el mal no tienen ningún futuro. Quedará claro quien es ese que vino humildemente, al que se podía rechazar, porque no quería ni podía imponerse. Cuando el Señor venga glorioso triunfará definitivamente el bien. En este sentido, los cristianos tenemos la clave de lo que vale y de lo que no vale. ¡Qué pena perder el tiempo por lo que no vale!
Del 13 al 15 de diciembre (2024) celebramos en Tirán nuestro Encuentro de ADVIENTO. Los Encuentros comunitarios son mensuales; normalmente, de fin de semana. En todos ellos hay oración, revisión de vida, formación, participación en la Eucaristía dominical y preparación de las acciones pastorales y de evangelización que lleva a cabo la Comunidad. Los niños y jóvenes se integran en las reuniones en momentos de oración, ayudando a los adultos en actividades domésticas u organizativas y realizando actividades formativas adecuadas a su edad.
La Comunidad acoge la singularidad de cada familia, creando unas relaciones fraternas, aprendiendo unos de otros en la oración y el compartir humano, espiritual y material, en la línea de las primeras comunidades cristianas (Hech 2). Cada familia de la Comunidad camina como Iglesia doméstica. Nuestro modelo es la Familia de Nazaret. Hacemos oración en familia al terminar el día: Rosario, Vísperas, lectura de la Biblia acorde con los tiempos litúrgicos...
Cada familia se compromete a rezar por las otras familias de la Comunidad y a mantener una comunicación cercana, tanto los adultos como los jóvenes y los niños, a visitarnos unos a otros y compartir de cerca nuestras dificultades y alegrías, luces y sombras... Es motivo constante de nuestro compartir, en primer lugar, nuestra propia vida -para crecer espiritualmente y dar mayor gloria a Dios- y, en segundo lugar, nuestro servicio a la Iglesia.
Todas las familias necesitamos un espacio de intimidad y un espacio de apertura a los otros. Es importante mantener estas distancias. Cada familia ha de ir haciendo su propio camino con el Señor: camino de amor y oración, acción y contemplación, vida familiar y vida de servicio a la Iglesia. Comunidade Caná es una comunidad de comunidades.
Propiciamos la constante formación cristiana de todos los miembros de la Comunidad. Una formación bíblica, doctrinal y espiritual que va encaminada a servir a la Iglesia, fundamentalmente en el campo de la familia. Se cuida de modo especial el trato con los sacerdotes.
Cuando así lo pide una familia, la Comunidad trata de potenciar, apoyar y ayudar la acción evangelizadora que está realizando en el lugar donde vive. La Comunidad va creando un estilo evangelizador propio que tiene como elementos principales la oración y el testimonio.
Comunidade Caná desarrolla esta Catequesis el 15 y 16
de febrero de 2025 en la Parroquia de S. Martiño (Moaña)
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Benedicto XVI explica que "el derecho a casarse conlleva el derecho a celebrar un matrimonio auténtico. No se negaría por tanto un matrimonio allí donde evidentemente no existieran impedimentos para su ejercicio, es decir, se cumplieran la capacidad, la voluntad de los cónyuges y la realidad natural del matrimonio". Un serio discernimiento en este aspecto, dice, evitará que "impulsos emotivos o razones superficiales induzcan a los dos jóvenes a asumir responsabilidades que después no sabrían desempeñar". Por ello, "matrimonio y familia son instituciones que deben ser promovidas y defendidas de cualquier tipo de equívoco sobre su verdad".
En cuanto a la preparación para el sacramento del matrimonio, Benedicto XVI afirma que "el objetivo inmediato de tal preparación es el de promover la libre celebración de un verdadero matrimonio".
... y vuestros ancianos sueños
... y vuestros ancianos sueños
“Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion, nos parecía soñar; la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos” (Sal 125).
Escuchemos las primeras palabras del Resucitado: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Jesús se fija en las lágrimas de María Magdalena. En este rostro ve las lágrimas del mundo. Por esas lágrimas ha venido Él. Por eso nos detenemos en las lágrimas, sin querer pasar rápidamente a los cantares. Porque podemos vivir en un llanto continuo, en la queja, sin encontrarnos con el Rostro del Resucitado. Y ahí no hay esperanza. El Señor recoge nuestras lágrimas; para ello debemos alzar la cabeza y mirarlo a Él, resucitado. Su primera mirada se posa sobre las lágrimas, no sobre nuestros pecados. El mundo sigue siendo un inmenso llanto; pero con nosotros está el Señor. Por Él recuperamos los cantares, en medio de la lucha y la reconstrucción.
Querida Renovación Carismática, queridas familias: las lágrimas, la enfermedad, la soledad, el abandono, la incertidumbre, la muerte… no tienen la última palabra. Con Cristo en medio de nosotros, son motivo de lucha, del combate de la Fe; nunca de abatimiento o desánimo. Y terminan siempre en cantos de victoria. El Señor nos invita a levantarnos y avanzar. “Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados”. Así debemos contemplar las lágrimas de nuestras familias y de las familias que nos rodean; porque así recorrería Jesús nuestras calles y ciudades, dando una respuesta al sufrimiento y al dolor. La familia cristiana tiene en su interior la semilla de Vida que, al morir, da vida, cosechando frutos de bondad, de paz, de esperanza.
Resuena en nuestros corazones la profecía de Joel a la que se nos remite en los Hechos de los Apóstoles el día de Pentecostés: “Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (Jl 3, 1). El Espíritu Santo se derramó abundantemente en Pentecostés y cumplió esta profecía. Ha bajado sobre nosotros en nuestro bautismo y nos ha marcado a cada uno con Su sello… ¡Ahora ya todos somos profetas! El profeta habla de parte de Dios; no trae mensajes del mundo, sino de Dios-Padre, que nos creó y nos recrea.
Ante esta nueva situación, Cristo nos invita a ser centinelas, enviados. Y pone visiones en los jóvenes. Ver: es la palabra en la que ahora nos detenemos. Para este tiempo nuevo necesitamos una mirada nueva, de misericordia y compasión, como la del buen samaritano. Es la mirada que no se queda en una contemplación desoladora, sino que pasa a la acción por el dinamismo del amor. El Espíritu Santo pone en nosotros esta visión que pasa de ver… a tocar, a sanar, a implicarse. Nos reta proféticamente a salir de las rutinas acomodadas dentro de nuestras familias y poner en juego toda nuestra creatividad, con ese Dios que tiene poder para hacer en nosotros mucho más de lo pensamos y calculamos.
"Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida." («Gaudete et exsultate» nº 15). La mejor Iglesia es la que arde… en el Fuego del Espíritu Santo. Mantengamos los ojos abiertos, las lámparas encendidas y la esperanza firme. Dios está pasando y he de estar preparado para abrirle las puertas de mi casa.
En el seno de la familia están nuestros jóvenes con sus visiones. Y estamos nosotros, Javier y Montse, ancianos llenos de sueños. En nuestro caminar con el Señor hacemos memoria de los primeros pasos en la Renovación, cuando comenzó el Grupo de Oración de A Coruña en 1976. Todo era nuevo entonces. Ahora, el Señor -por medio del Papa Francisco- nos sigue invitando al asombro. Jesús continúa despertando en nosotros los sueños de la Fe. Porque, en la barca agitada por tormentas, parece dormir; pero, en realidad, trabaja unido a su Padre Dios y al Espíritu Santo para avivar nuestra Fe.
La barca es una imagen preciosa para nuestra familia, nuestra Comunidad, Grupo de Oración, camino de santidad. Si Jesús va en la barca, ¿por qué tener miedo? Él nos invita a la confianza; “pero que vuestra confianza -dice Charles de Foucauld- no nazca de la dejadez o de la ignorancia de los peligros. La tempestad es casi constante. Más no olvidéis: estoy ahí, con vosotros, con vuestra familia. ¡Esta barca es insumergible! Desconfiad de vosotros mismos, pero tened confianza total en Mí.”
Escucha en tu interior esa llamada. Es la voz de Jesús que increpa al viento y al mar, que abre caminos. Ahora no duerme; está en pie sobre la barca y te llama a no desfallecer en la lucha por sacar adelante a tu familia, por mantener la oración familiar, por educar a tus hijos, por elegir amar, por no quedarte solo/a, por apoyarte en Él y no simplemente en tus razonamientos.
En el “pico” de la pandemia, el Señor dio esta Palabra profética a Comunidade Caná: “¡Creed! ¡Creed sin ver! Yo veo en vosotros. ¡Avanzad!”. Estamos aquí para este tiempo, para esta hora. Veámonos como Él nos ve, en sus propósitos eternos. Creamos, avancemos, echemos de nuevo las redes en nombre de Jesús el Señor. Volvamos al Principio: al Padre que nos ha creado y recreado. Dejémonos abrazar una y otra vez por Jesús: elegidos, llamados, amados hasta el extremo por Él. Y enviados en el Poder del Espíritu… ¡abracemos la misión!
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"Tres días después de que Jesús se encontrara con sus primeros discípulos, hubo una boda en Caná de Galilea. María, la Madre de Jesús, había sido invitada y también Jesús y discípulos. En aquella época, las fiestas de boda duraban casi una semana y eran muchos los invitados. Cuando estaban en mitad de la fiesta, se acabó el vino y entonces María, que se había dado cuenta enseguida, se acercó a Jesús y le dijo: «No tienen vino». Jesús le contestó: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora». María fue a hablar con los criados y les dijo: «Haced lo que Él os diga».
Había allí seis tinajas de piedra que se utilizaban para limpiar y lavarse. Jesús les dijo a los sirvientes: «Llenad las tinajas de agua». Y los criados las llenaron hasta arriba. Entonces Jesús añadió: «Sacad ahora un poco y llevárselo a vuestro jefe». Cuando éste degustó el vino nuevo, llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo sirve al principio el mejor vino y cuando los invitados ya han bebido bastante, se saca el vino de peor calidad. Tú, sin embargo, has reservado el vino mejor para el final». Éste fue el primer signo que realizó Jesús. Sus discípulos se dieron cuenta de quién era y creyeron en Él" (Jn 2, 1-12).
Este pasaje del Evangelio es un gran tesoro del que podemos sacar fruto en cualquier situación de nuestra vida matrimonial y familiar... Vosotros, esposos, sois los esposos de aquella boda. Ahora, después de algunos años, sabéis lo que quiere decir de verdad "no tenemos vino". Recordad que Jesús responde siempre a una necesidad.
Si estáis hambrientos, sedientos, angustiados, inquietos, insatisfechos, buscando... entonces Jesús llegará a vuestros corazones, porque a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Los esposos somos -también- los sirvientes
Dentro de la vida familiar, somos siervos los unos de los otros. Siervo tiene que ser el esposo para la esposa y la esposa para el esposo. Siervos los dos de nuestros hijos. Nuestra actitud debe ser como la de los sirvientes del pasaje, cuando María les dijo: "Haced lo que Él os diga".
¿Estáis poniendo vuestras tinajas, vuestra agua bajo la acción del Espíritu Santo o vivís frustrados y desgastados, haciendo y haciendo sin ver fruto? La Madre de Jesús se da cuenta de que hay dificultades: No tienen vino. Estas palabras de María son signo de lo que ha de venir en todo matrimonio a medida que pasan los años. Hay un momento en que falta el vino, la ilusión, la esperanza. María, la Madre, se anticipa. Se lo dijo ya a su hijo Jesús; ya le habló de vuestra falta de vino. Y después le dice a los sirvientes: Haced lo que Él os diga.
Ahora, pasada la boda, pasados los años, somos el esposo servidor de la esposa y la esposa servidora del esposo. Ante la falta de vino, se nos pide: llenad las tinajas de agua, ofreceos plenamente el uno al otro, no dejéis la tinaja a medias; entregaos vuestra agua, vuestra vida; daos totalmente en alma y cuerpo.
Somos nosotros los sirvientes que hemos de llenar las tinajas de agua. Después... se realiza el milagro y el agua se transforma en vino. Nuestro esfuerzo es bendecido, es tocado por Dios. El mandato es importante: ¡llenad las tinajas! No las dejéis a medias, no os conforméis con amar un poco, con dar a medias, con pasar la cuenta de lo que ponéis el uno y la otra.
Hagamos memoria: "El amor es paciente, es servicial. El amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe, no es egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal. No se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. todo lo espera. Todo lo soporta" (1Cor 13 4-7). Esta es la calidad del amor que viene de Dios. El amor al que hemos de aspirar. Agua, humanidad, imperfección... puestas bajo la acción del Espíritu Santo, se transforman en vida sobrenatural, en amor divino, en vino de primera calidad.
¡Daos totalmente como esposos, como padres!
Y entonces, en medio de limitaciones y pobrezas, Jesús bendice el agua y se produce el milagro: un vino mucho mejor que el de antes y más abundante. Con Jesús y María no os faltará el vino. Siempre que os sintáis faltos de algo, llenad vuestras tinajas. Y el segundo vino será mejor y más abundante que el primero: "Yo he venido para que tengan vida y vida abundante" (Jn 10, 10).
Jesús y María están presentes en cada una de nuestras familias. Son los que van a realizar el milagro de convertir nuestra agua en vino; nuestra sed, nuestra hambre, nuestra angustia, nuestra duda, nuestros desatinos... No desaprovechemos la oportunidad de pedir con un corazón sencillo y humilde. Jesús y María quieren bendecir también a los invitados, a todos los que se acercan a nosotros... Empezando por nuestros hijos y continuando por otros familiares, amigos, etc.
Señor, ¡aumenta nuestra fe! Nosotros solo podemos aportar nuestra pobreza, nuestra agua. Si confiamos en Ti, en nuestra familia se producirá el milagro que esperamos y podremos comenzar a vivir la plenitud del Amor.
Montse y Javier - Comunidade Caná
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Comunidade Caná es una Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática, corriente de gracia suscitada por el Espíritu Santo tras el Vaticano II en las diferentes confesiones cristianas. Estamos presentes en las diócesis de Lugo, Ourense, Madrid, Zaragoza y Santiago de Compostela.
Del 22 al 24 de noviembre de 2024 celebramos nuestro ENCUENTRO mensual. Los Encuentros comunitarios son, normalmente, de fin de semana. En todos ellos hay oración, revisión de vida, formación, compartir, participación en la Eucaristía y preparación de las acciones pastorales y de evangelización que lleva a cabo la Comunidad.
Los ENCUENTROS comunitarios -dice Jose Pérez- "son, para mí, el lugar de encuentro, primero, con Dios y, después, con mis hermanos de comunidad. Dios nos regala estos ENCUENTROS para mostrarse y darse por entero; y espera de nosotros la misma respuesta. Aquí nos jugamos todo: tenemos la ocasión de ejercitarnos en el amor fraterno. Sé que mis hermanos de comunidad no son los que yo hubiera elegido para compartir mi vida, sino los que Dios ha pensado para mí; por eso el encuentro tiene una riqueza que yo no puedo llegar a imaginar y, muchas veces, ni llegar a entender. Lo maravilloso de vivir el don de la fe es poder hacerlo comunitariamente."
Caná acoge la singularidad de cada familia, creando unas relaciones fraternas, aprendiendo unos de otros en la oración y el compartir humano, espiritual y material, en la línea de las primeras comunidades cristianas. Cada familia de la Comunidad camina como Iglesia doméstica. Nuestro modelo es la Familia de Nazaret.