Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática


"Me amó y se entregó por mí " (Gal 2, 20)

    Celebraremos nuestro Encuentro de Comunidad del 28 al 31 de marzo. Comenzaremos el Jueves Santo por la mañana y terminaremos el Domingo de Resurrección con la comida. Acompañaremos al P. Santi Núñez, sirviendo en la parroquia pontevedresa de Seixo (Marín). 
      Una vez más, viviremos en comunidad la muerte y resurrección de Cristo. Una experiencia que muchos anhelan... y que te cambia la vida. Una nueva oportunidad de encontrarnos con Jesús el Señor, igual que le sucedió a Saulo y pasó a llamarse Pablo. Después de estrenar esta nueva vida, pudo decir: "Con su muerte venció el pecado, con su muerte venció la muerte. Feliz culpa la tuya, Adán, que nos mereció tal Redentor. Feliz tú, Abraham, que creíste. Ahora adoramos al Hijo que Dios nos prometió".

¡Oramos pidiéndole a Dios un deseo ardiente de vivir en Pascua!
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28-31 marzo 2024  ·  Comunidade Caná
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Comunidade Caná desarrolla esta Catequesis el 9 y 10 
de marzo de 2024 en la Parroquia de S. Martiño (Moaña)


Es precisa una adecuada preparación al SACRAMENTO del MATRIMONIO, dada la importancia de este sacramento que une para siempre a un hombre y una mujer sobre quienes se constituye la familia.

Benedicto XVI explica que "el derecho a casarse conlleva el derecho a celebrar un matrimonio auténtico. No se negaría por tanto un matrimonio allí donde evidentemente no existieran impedimentos para su ejercicio, es decir, se cumplieran la capacidad, la voluntad de los cónyuges y la realidad natural del matrimonio". Un serio discernimiento en este aspecto, dice, evitará que "impulsos emotivos o razones superficiales induzcan a los dos jóvenes a asumir responsabilidades que después no sabrían desempeñar". Por ello, "matrimonio y familia son instituciones que deben ser promovidas y defendidas de cualquier tipo de equívoco sobre su verdad".

En cuanto a la preparación para el sacramento del matrimonio, Benedicto XVI afirma que "el objetivo inmediato de tal preparación es el de promover la libre celebración de un verdadero matrimonio".

"El noviazgo tiene que ver con la confianza. Confianza en la vocación que Dios da, porque el matrimonio es, antes que nada, el descubrimiento de una llamada de Dios. Es algo bello que hoy los jóvenes puedan elegir casarse sobre la base de un amor recíproco. Pero la libertad del vínculo requiere una armonía consciente de la decisión, no sólo un simple entendimiento de la atracción o del sentimiento, de un momento, de un tiempo breve… requiere un camino.” (Papa Francisco)
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Estamos a vuestra disposición para las explicaciones que necesitéis
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 Gilgamesh y el corazón humano


Alrededor del año 2000 antes de Cristo, tenemos unas tablillas sumerias de arcilla que van recogiendo tradiciones como el Diluvio. La Biblia también seguirá este curso de tradiciones. El Poema de Gilgamesh es una de las mayores epopeyas que ha sido capaz de crear el espíritu humano. Gilgamesh, Rey de Uruk, es un ser mortal surgido del abrazo de una diosa con un hombre. Un ser mortal, pero lleno de deseo de inmortalidad que le lleva a una ambición sin límites para saciar esta hambre de eternidad. Su pueblo pide a los dioses que su rey pueda tener un competidor. La respuesta de los dioses es Enkidu, un ser montaraz con el que lucha hasta terminar siendo amigos de aventuras; juntos, vencen todo tipo de dificultades. Finalmente, Enkidu muere de enfermedad. Gilgamesh, abrumado por la muerte, se da cuenta de cuál es su destino y comienza a vagar por el mundo huyendo de aquello que le recordara la muerte. No podía soportar la angustia de morir: intenta correr más rápido que el curso del Sol, se sumerge hasta el fondo del mar para recoger una planta rejuvenecedora, cuanto más aguda es su desesperación más corre de aquí para allá frenéticamente, con un corazón valiente, pero triste y desesperado.   


Esta epopeya es también hoy la nuestra. Nosotros, el hombre postmoderno y la familia postmoderna, hemos convertido el progreso y el cambio continuo en el único sentido de  la vida. Queremos correr más rápido que el curso del Sol, como el rey de Uruk. La tecnología -de la que no podemos obviar sus ventajas- parece como un gran aliado para lanzarnos a una carrera que sacie nuestro corazón (Elon Musk es un arquetipo de esta idea). Sin embargo, nuestra dignidad y libertad están siendo más puestos en tela de juicio que nunca (Véase Manifiesto Off https://www.offm.org/).


Todo va deprisa, todo cambia, nada permanece, todo es a la carta y a la medida nuestra... Prevalecen nuestros deseos y antojos, que quieren enterrar la realidad de que no somos Dios y -por tanto- mortales. Queremos, con la técnica y el progreso, crear nuestra propia transhumanidad, crear nuestro yo a medida. Vamos camino de superar la distopía de Huxley y Wells. Pensamos que somos muy importantes porque estamos ante un mundo completamente nuevo. En realidad, somos un poco egocéntricos pensando que nuestra época es absolutamente distinta (por más que hablemos de cambio de paradigma; Papa Francisco me perdone... seguro que está de acuerdo).


Las familias cristianas sabemos que el corazón del hombre no ha cambiado y que es tan antiguo como la epopeya de Gilgamesh. Sabemos por experiencia que el olvido de Dios produce otros diosecillos (Os 4, 12). Destaca uno en especial: el vértigo del progreso y la tecnología. Querer ser dioses es nuestra religión absoluta. "Todo vale", nuestro lema (Gen 3, 15). Los valores de antes los sustituimos por otros más “postmodernos” que, por supuesto, aumentan notoriamente nuestro ego y orgullo. Ante cualquier ataque de tristeza, combatimos con la medicina de las pantallas que nos nutren de dopamina y nos hacen experimentar una placentera realidad irreal.


Nosotras, las familias cristianas, sabemos que es necesario transformarse y renovarse; pero el cambio no supone perder la raíz y fundamento de lo que somos. El corazón humano no cambia: tiene deseo de eternidad. Estamos de acuerdo con la aventura valiente de búsqueda del Bien, la Belleza y la Verdad. Nosotros sabemos que corremos hacia la meta que es Cristo, la verdadera Ambrosía (Fil 3, 14). Corremos, no para perder sino para ganar. Podemos -y debemos- transformarnos continuamente en el combate contra nuestro ego, porque sabemos la fuente inmutable de la que beber: la Cruz donde está el costado de Cristo. La Cruz es la auténtica Sabiduría para nuestra mente y corazón: “metanoia y metacardia” (1Tim 6, 12).


Frente a un mundo inseguro y cambiante, la Cruz permanece firme mientras el mundo gira. “Stat Crux dum volvitur orbis”, reza el cartujo. La ciencia de la Cruz, según Edith Stein, es más un saber intuitivo que discursivo; es más contemplar que entender. Frente al ego de los famosos que muestran cuerpos, lugares y situaciones perfectas (raramente muestran su debilidad sin que se maquille), nosotros sabemos que la piedra angular es Cristo. Y nos llama a anunciarle (1Cor 1, 17-25): "No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio, y no con palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo. Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan –para nosotros- es fuerza de Dios.”


 Ahora, la DINÁMICA FAMILIAR:


  1. Deja el móvil y ponte a trabajar en la dinámica.

  2. Coloca o dibuja un crucifijo en algún lugar visible de la casa, por ejemplo el salón o la cocina.

  3. Pensaremos en las cosas que tenemos que cambiar y las dejaremos en un pósit a los pies de la cruz.

  4. En la oración de la tarde, tomaremos un pósit y lo pegaremos a la Cruz inmutable para que cambie aquellas cosas de nuestra vida que debemos cambiar.


Fernando de Susana - Comunidade Caná

Escrito inspirado en la conferencia Mons. Varden "A la altura de la tormenta del corazón humano". Evangelización en tiempos de olvido.



  ENCUENTRO de ORACIÓN mensual, encontrándonos como hermanos unidos entre mundos divididos.

Este viernes, 8 de marzo, os invitamos a descubrir cómo ser más hermanos, colaborando juntos -cristianos de distintas Iglesias, denominaciones y movimientos- en los sueños de Dios para esta ciudad de Santiago de Compostela.


      Hagamos que la misericordia, el ayuno y la oración sean los tres juntos nuestro patrocinio ante Dios, los tres juntos nuestra defensa, los tres juntos nuestra oración bajo tres formas distintas. 
      Reconquistemos con nuestro ayuno lo que perdimos por no saberlo apreciar; inmolemos con el ayuno nuestras almas, ya que éste es el mejor sacrificio que podemos ofrecer a Dios, como atestigua el salmo: Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
      Hombre, ofrece a Dios tu alma, ofrécele el sacrificio del ayuno, para que sea una ofrenda pura, un sacrificio santo, una víctima viva que, sin salirse de ti mismo, sea ofrecida a Dios. No tiene excusa el que niega esto a Dios, ya que está en manos de cualquiera el ofrecerse a sí mismo. Mas, para que esto sea acepto a Dios, al ayuno debe acompañar la misericordia; el ayuno no da fruto si no es regado por la misericordia, se seca sin este riego: lo que es la lluvia para la tierra, esto es la misericordia para el ayuno. Por más que cultive su corazón, limpie su carne, arranque sus malas costumbres, siembre las virtudes, si no abre las corrientes de la misericordia, ningún fruto recogerá el que ayuna.
    Tú que ayunas, sabe que tu campo, si está en ayunas de misericordia, ayuna él también; en cambio, la liberalidad de tu misericordia redunda en abundancia para tus graneros. Mira, por tanto, que no salgas perdiendo, por querer guardar para ti, antes procura recolectar a largo plazo; al dar al pobre das a ti mismo, y lo que no dejas para los demás no lo disfrutarás tú luego.
De los Sermones de S. Pedro Crisólogo, obispo

"Ayunar es la privación del bien para tomar una decisión por un bien mayor"

 

Ya que la Iglesia en este tiempo de Cuaresma nos habla mucho de ayuno, he querido meditar sobre esta palabra que nos debe llevar a una acción concreta.
 
La primera que nos viene a la cabeza es la de no comer o abstenernos de comer carne los viernes. Eso está bien; un sacerdote me explicaba hace tiempo el signo tan bonito que es el que todos los cristianos, un mismo día, se pongan de acuerdo en no comer carne, con el esfuerzo tan grande que ello puede suponer para muchos. Ya de entrada es un signo de comunión.
 
Pero yo -que soy un tragaldabas y que me encanta el pescado- digo: tiene que haber algo más... ¿Cuál es el ayuno favorable, cuál es su sentido?
 
Decía un diácono ortodoxo que “ayunar es la privación del bien para tomar una decisión por un bien mayor”. Aquí ya tendríamos una motivación porque el bien recibido es mayor que el bien dejado.
 
Últimamente estamos ayunando de muchas cosas por obligación. Ayunamos de salir a ver a nuestros amigos, de una comida familiar, de disfrutar unas vacaciones, incluso de nuestros grupos de oración, de nuestras reuniones presenciales de Comunidad. Este ayuno nos ha llevado a cambiar nuestra manera de relacionarnos, no a dejar nuestras relaciones. Así hoy yo creo que sabemos de los demás más que antes porque hoy los tenemos a golpe de click. Antes había que arreglarse, organizar a la familia, desplazarse… ¿Qué hemos hecho?, pues sencillamente, vencer nuestra inclinación natural a salir, a quedar, a cenar algo por ahí e imponernos una disciplina por un bien mayor, que es no contagiarnos ni contagiar a nuestra familia.
Los cristianos estrictamente cumplidores se conforman con dar limosna y aportar comida a los bancos de alimentos. Pero tú y yo sabemos que no solo eso nos pide el Señor. 

 

El ayuno que quiere Dios

Por eso, el ayuno nos ayuda a dominar nuestras inclinaciones, ser dueños de nosotros mismos. Decía San Pablo a los romanos que no entendía su comportamiento porque no hacía lo que quería, sino que hacía lo que aborrecía. Y después se lo explicaba diciendo que no era él el que lo hacía sino el pecado que habitaba en él. El ayuno va a dar equilibrio a nuestra vida espiritual, nos va a ayudar a poner las cosas en orden porque es muy fácil dejarnos llevar por nuestras “pasiones”.
 
Extraigo del profeta Isaías (58: 7-11) cuál es ese ayuno que quiere nuestro Dios:
- Aleja de ti la opresión
Quizá no me he dado cuenta, pero mis acciones, mi actitud o mis palabras hacen que alguien a mi lado se sienta oprimido. Porque impongo ciertas cosas | porque ya sabes que esto no me gusta | porque te he dicho muchas veces que | a lo mejor no digo nada, pero con la cara que pongo los demás ya se dan cuenta | a lo mejor te humillo con mi actitud | a lo mejor no te doy la paz que necesitas, sino que echo más leña al fuego. Esto son formas de oprimir:
- Aleja de ti el dedo acusador
El dedo acusador es una forma muy manifiesta, pero hay otras maneras de acusar mucho más sutiles: llegamos tarde por tu culpa | te dije que pasaría esto | es que no cambias. El antídoto para esto es practicar la misericordia.
- Aleja de ti la calumnia
San Gregorio decía que la calumnia nacía de la envidia. ¿Siento envidia de alguien?, no solo de la persona en cuanto a cómo es o como se relaciona, sino también de lo que sabe, de cómo lo reconocen los demás, de cómo vive, de lo que tiene, de su situación laboral, de su salud…
- Ofrece al hambriento de lo tuyo
Los cristianos estrictamente cumplidores se conforman con dar limosna y aportar comida a los bancos de alimentos. Pero tú y yo sabemos que no solo eso nos pide el Señor. Tenemos muchísima gente alrededor, algunos a los que queremos mucho, que están hambrientos de:
  • alguien para desahogarse, para compartir situaciones o problemas o, sencillamente, alguien con el que poder hablar porque se sienten solos.
  • nuestro consejo.
  • necesitan orar con nosotros.
 
Y qué difícil es regalar nuestro tiempo a los demás. Hay un bien mayor detrás de esto y es que acercándonos a estas personas, nos acercamos al mismo Dios; recordad las bienaventuranzas, recordad “Tuve hambre y me disteis de comer”.
 
Cuando hagas esto, dice el Señor, “brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía. El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos. Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan”.
 
De todo esto, saco la conclusión de que el ayuno que me está pidiendo Dios es el ayuno de mí mismo. Recibo este mensaje de Dios: “Mírame a mí y yo te llevaré al que te necesita”. Esto es una experiencia real, cuando miras a Dios empiezas a darte cuenta de las personas que están a tu alrededor que necesitan de ti y cuando entras en este bucle, la maquinaria está en marcha: Dios te acerca a los hermanos y los hermanos te acercan a Dios. Así que podemos afirmar que el ayuno nos une más estrechamente a Dios y a los hermanos.
 

¿Cuánta sed tienes de oración?

Ayuno y oración, se nos pide en este tiempo de Cuaresma. ¿Cómo está tu oración?, no me refiero a ninguna en concreto, sino a todas. ¿Cómo está tu oración personal, tu oración conyugal, tu oración familiar y tu oración comunitaria? Todas necesarias, ninguna de ellas sustituye a otra. Te lo pregunto de otra manera: ¿cuánta sed tienes de oración personal, oración conyugal, oración familiar y oración comunitaria?
  • Si no tienes sed de la oración personal probablemente tengas que meditar cómo está tu relación con Dios.
  • Si no tienes sed de oración conyugal, probablemente tengas que meditar cómo está tu relación con tu esposa o esposo.
  • Si no tienes sed de oración familiar probablemente tengas que meditar cómo está tu relación con tus hijos.
  • Y, por último, si no tienes sed de oración comunitaria tienes que meditar cómo está tu relación con tu comunidad, con tu grupo de oración, con los amigos con los que rezas. Y si no tienes comunidad, grupo de oración o amigos con los que rezas, tienes un problema. Búscalo de inmediato.
Frecuentemente la razón que damos para justificar la falta de oración o la poca oración es la falta de tiempo. Lo cual me lleva a afirmar que precisamente lo que Dios te está pidiendo es tu tiempo, volvemos a lo de antes: ayunar de uno mismo. Curioso que Dios nos dé el don de la vida, el don del tiempo para vivirla y luego nos mendigue del tiempo que nos da. Más curiosa todavía la respuesta que nosotros le damos.
 
El ayuno va contra nuestra forma de vida, nos desinstala, implica un sacrificio, que puede ser agradable y dar frutos si lo convertimos en ofrenda a Dios. Decía San Pablo a los Corintios (4: 16-17) que “aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día. Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria.”
 
Pues eso pido a Dios ahora en este momento para todos nosotros, una inmensa carga de gloria, un inmenso gozo de sentirnos cerca del Padre, la gran alegría de ver nuestra vida renovada y entregada a aquél que lo dio todo por mí.
 
¡Bendito sea Dios! 
 
Exhortación a  Comunidade Caná
José Antonio Pérez
Esposo y padre de familia



  
       El noviazgo es el tiempo en el cual los dos están llamados a realizar un trabajo compartido sobre el amor; un trabajo en profundidad. Se descubren poco a poco el uno al otro.  El hombre ‘aprende’ acerca de esta mujer, su novia; y la mujer ‘aprende’ acerca de este hombre, su novio.      
     Desde esta perspectiva -apuntada por el Papa Francisco- hemos preparado 15 temas para ayudaros a verificar vuestro amor. Nuestra propuesta es acompañaros en este camino que tiene meta. La clave ha de ser el diálogo que estos temas, como etapas de un camino, susciten entre vosotros, los novios.

El ITINERARIO se desarrolla en ENCUENTROS MENSUALES
Estamos a vuestra disposición...
986.313.795   canacomunidade@gmail.com    636.086.986 (WhatsApp)
   
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"Aprender a amar a alguien no es algo que se improvisa 
ni puede ser el objetivo de un breve curso 
previo a la celebración del matrimonio
(Amoris laetitia 208)


Rialdarca, itinerario para NOVIOS 

Un sendero de poco más de un kilómetro, para personas de cualquier edad




A través del desierto Dios nos guía a la libertad

-MENSAJE de CUARESMA 2024 del Papa Francisco-

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Queridos hermanos y hermanas:

Cuando nuestro Dios se revela, comunica la libertad: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Así se abre el Decálogo dado a Moisés en el monte Sinaí. El pueblo sabe bien de qué éxodo habla Dios; la experiencia de la esclavitud todavía está impresa en su carne. Recibe las diez palabras de la alianza en el desierto como camino hacia la libertad. Nosotros las llamamos “mandamientos”, subrayando la fuerza del amor con el que Dios educa a su pueblo. La llamada a la libertad es, en efecto, una llamada vigorosa. No se agota en un acontecimiento único, porque madura durante el camino. Del mismo modo que Israel en el desierto lleva todavía a Egipto dentro de sí ―en efecto, a menudo echa de menos el pasado y murmura contra el cielo y contra Moisés―, también hoy el pueblo de Dios lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar. Nos damos cuenta de ello cuando nos falta esperanza y vagamos por la vida como en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos juntos. La Cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser ―como anuncia el profeta Oseas― el lugar del primer amor (cf. Os 2,16-17). Dios educa a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso de la muerte a la vida. Como un esposo nos atrae nuevamente hacia sí y susurra palabras de amor a nuestros corazones.

El éxodo de la esclavitud a la libertad no es un camino abstracto. Para que nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la realidad. Cuando en la zarza ardiente el Señor atrajo a Moisés y le habló, se reveló inmediatamente como un Dios que ve y sobre todo escucha: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel» (Ex 3,7-8). También hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Preguntémonos: ¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve? Muchos factores nos alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une desde el origen.

En mi viaje a Lampedusa, ante la globalización de la indiferencia planteé dos preguntas, que son cada vez más actuales: «¿Dónde estás?» (Gn 3,9) y «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). El camino cuaresmal será concreto si, al escucharlas de nuevo, confesamos que seguimos bajo el dominio del Faraón. Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles. Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas. Porque, si bien con el bautismo ya ha comenzado nuestra liberación, queda en nosotros una inexplicable añoranza por la esclavitud. Es como una atracción hacia la seguridad de lo ya visto, en detrimento de la libertad.

Quisiera señalarles un detalle de no poca importancia en el relato del Éxodo: es Dios quien ve, quien se conmueve y quien libera, no es Israel quien lo pide. El Faraón, en efecto, destruye incluso los sueños, roba el cielo, hace que parezca inmodificable un mundo en el que se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos auténticos. Es decir, logra mantener todo sujeto a él. Preguntémonos: ¿deseo un mundo nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper los compromisos con el viejo? El testimonio de muchos hermanos obispos y de un gran número de aquellos que trabajan por la paz y la justicia me convence cada vez más de que lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza. Es un impedimento para soñar, un grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve el corazón de Dios. Se parece a esa añoranza por la esclavitud que paraliza a Israel en el desierto, impidiéndole avanzar. El éxodo puede interrumpirse. De otro modo no se explicaría que una humanidad que ha alcanzado el umbral de la fraternidad universal y niveles de desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico, capaces de garantizar la dignidad de todos, camine en la oscuridad de las desigualdades y los conflictos.

Dios no se cansa de nosotros. Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Es tiempo de conversión, tiempo de libertad. Jesús mismo, como recordamos cada año en el primer domingo de Cuaresma, fue conducido por el Espíritu al desierto para ser probado en su libertad. Durante cuarenta días estará ante nosotros y con nosotros: es el Hijo encarnado. A diferencia del Faraón, Dios no quiere súbditos, sino hijos. El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud. En Cuaresma, encontramos nuevos criterios de juicio y una comunidad con la cual emprender un camino que nunca antes habíamos recorrido.

Esto implica una lucha, que el libro del Éxodo y las tentaciones de Jesús en el desierto nos narran claramente. A la voz de Dios, que dice: «Tú eres mi Hijo muy querido» (Mc 1,11) y «no tendrás otros dioses delante de mí» (Ex 20,3), se oponen de hecho las mentiras del enemigo. Más temibles que el Faraón son los ídolos; podríamos considerarlos como su voz en nosotros. El sentirse omnipotentes, reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los demás: todo ser humano siente en su interior la seducción de esta mentira. Es un camino trillado. Por eso, podemos apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas. Esas cosas en lugar de impulsarnos, nos paralizarán. En lugar de unirnos, nos enfrentarán. Existe, sin embargo, una nueva humanidad, la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto de la mentira. Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos, sordos, inmóviles a quienes les sirven (cf. Sal 115,8), los pobres de espíritu están inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una fuerza silenciosa del bien que sana y sostiene el mundo.

Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerseDetenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará. Por tanto, desacelerar y detenerse. La dimensión contemplativa de la vida, que la Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías. Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud.

La forma sinodal de la Iglesia, que en estos últimos años estamos redescubriendo y cultivando, sugiere que la Cuaresma sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados. Invito a todas las comunidades cristianas a hacer esto: a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo. Ay de nosotros si la penitencia cristiana fuera como la que entristecía a Jesús. También a nosotros Él nos dice: «No pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan» (Mt 6,16). Más bien, que se vea la alegría en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese amor que hace nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas. Esto puede suceder en cada comunidad cristiana.

En la medida en que esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá un estremecimiento de creatividad; el destello de una nueva esperanza. Quisiera decirles, como a los jóvenes que encontré en Lisboa el verano pasado: «Busquen y arriesguen, busquen y arriesguen. En este momento histórico los desafíos son enormes, los quejidos dolorosos —estamos viviendo una tercera guerra mundial a pedacitos—, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo. Y hace falta coraje para pensar esto» (Discurso a los universitarios, 3 agosto 2023). Es la valentía de la conversión, de salir de la esclavitud. La fe y la caridad llevan de la mano a esta pequeña esperanza. Le enseñan a caminar y, al mismo tiempo, es ella la que las arrastra hacia adelante.[1]

Los bendigo a todos y a vuestro camino cuaresmal.

Francisco

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[1] Cf. Ch. Péguy, El pórtico del misterio de la segunda virtud, Madrid 1991, 21-23.

"Si me buscáis de corazón, me encontraréis"
(Jeremías 29, 13)

El Señor quiere hacerse el encontradizo con tu familia. ¿Y vosotros? ¿Queréis buscarle? Sin duda, este Encuentro es una oportunidad para responder a esta llamada del Señor, que quiere habitar en tu casa y hacer nuevas todas las cosas en tu familia... ¡Anímate y ven con tu familia!

En un ambiente de acogida y fraternidad compartiremos tiempo de oración, predicación, compartir, testimonios, Eucaristía y Adoración. Habrá espacios para toda la familia, matrimonios y actividades para niños y adolescentes.
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  • El coste del encuentro por FAMILIA es de 85€: comida y cena del sábado + comida del Domingo.
  • A los que venís de otras provincias os alojamos en nuestras casas.
  • El Encuentro termina el Domingo después de la comida.
  • La inscripción es obligatoria en este enlace: https://forms.gle/M9DCJNLhF4pn7eNc6
¡Difundid y animad a otras familias!
¡Os esperamos!