Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

¿Ministerio de... Música?

By 12:49

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Qué es un MdM

Dice S. Pablo en el capítulo 12 de su 1ª Carta a los Corintios:

    "Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común... Todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad."

     El mismo y único Espíritu da a algunos el don de servir a la comunidad en la música y los cantos. En función de este servicio, con los diversos carismas que el Señor regala para ello, se forma el Ministerio de Música; teniendo en cuenta más aún que el buen oído, la voz sonora y la formación musical, la sensibilidad y docilidad al Espíritu; más que la destreza técnica, la humildad, la unción y la entrega al Señor.

     Como todo ministerio, el M.D.M. es un instrumento de Dios para edificar la comunidad. Por eso debe ser discernido, cuidado y pastoreado. Los hermanos y hermanas que forman un M.D.M. son personas que:

  •     Se han encontrado con Dios.
  •     Se ha convertido a Él.
  •     Frecuentan los Sacramentos.
  •     Conocen, leen y escuchan la Palabra de Dios.
  •     Dan testimonio con su vida, en una relación con Dios a través de la oración y en relaciones fraternas con los demás.
  •     Son y se sienten Iglesia, unidos a sus Pastores y en conformidad con su doctrina.
  •     Han sido llamadas por el Señor a servirle en este ministerio.

      Todas estas condiciones son necesarias, aunque algunas -aparentemente- nada tengan que ver con la música. No es preciso, sin embargo, ser joven, tener una gran voz, saber tocar la guitarra.... Todas estas cosas, buenas o indiferentes de por sí, no cualifican necesariamente para formar parte de un M.D.M. Lo fundamental, como en toda vocación, en todo servicio al Señor, es Su llamada y mi respuesta. Como en cualquier otro ministerio, lo fundamental es la llamada del Señor y nuestra respuesta de conversión y entrega. La unción no es un elemento estético sino espiritual. No puede aprenderse en ningún conservatorio. Los que cantamos y tocamos para el Señor, debemos -primero- escucharlo mucho, adorarlo y vivir en humildad.

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3 rasgos de un MdM

      Vamos a señalar tres rasgos fundamentales de un Ministerio de Música:

      1) Lo primero es que cada uno de los que formamos el Ministerio de Música hemos de amar más a Dios y a su Palabra que a la música. La música es sierva de la Palabra, no señora. La música tiene, pues, su papel importante en toda celebración litúrgica o en cualquier reunión de oración; pero no debemos olvidar qué es lo esencial en una reunión de cristianos: "La enseñanza de los apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan y las oraciones" (Hch 2, 42). La música es servidora: servidora de la Palabra, de la oración, de la comunión... No la dejemos usurpar un lugar que no le corresponde. Estemos atentos para rechazar toda idolatría: la música es canal, no fuente.

     Una imagen nos ayuda a visualizar esta verdad. Imaginemos una casa grande, con muchas estancias. La sierva va con ropaje adecuado a sus trabajos, la señora va con otro tipo de vestidos. Las distinguimos perfectamente. Es la señora la que marca, señala, indica, da instrucciones; y la sierva está pendiente de esas indicaciones y es diligente para cumplirlas. Así la música, como sierva de la Palabra de Dios, siendo fiel a ella, se convierte en una colaboradora por excelencia pues imprime a la Palabra fuerza y consolida su acción en nuestros corazones. Por eso el músico cristiano se pone a disposición del acto que se va a celebrar, sea una Eucaristía, una Adoración, un Grupo de Oración, un Acto Penitencial... y se somete a las indicaciones eclesiales o a las propias de la Asamblea para servir a la Comunidad. De este modo, la música brilla porque resalta, da unción, hace vibrar, eleva hacia Dios.

    Todas las habilidades de un siervo no están en función de sí mismo, sino para servir a los demás. Así, la música sirve animando los corazones de los fieles, fortaleciendo la fe, la esperanza y el amor. No es ella en sí misma la protagonista. Para San Agustín, "si queremos dar gloria a Dios, necesitamos ser nosotros mismos los que cantamos, no sea que nuestra vida tenga que atestiguar contra nuestra lengua. Sólo se puede cantar a Dios con el corazón cuando nos hemos rendido a El, esto es, que hemos aceptado su plan de salvación y buscamos su voluntad, tomando en serio su Palabra, cuando lo amamos. Bien se dice que el cantar es propio del que ama; pues la voz del que canta no ha de ser otra que el fervor de Amor".

 

      2) El segundo rasgo fundamental para todo Ministerio de Música es cantar y tocar con el corazón entregado a Dios. Cantar en el Espíritu es cantar más con el corazón que con la voz. Es expresar el amor de Dios que "ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado". Es un canto nuevo que surge de hombres y mujeres nuevos, renovados por el poder de la Sangre de Jesús, por el poder de su muerte y resurrección.

     Cantar y tocar para el Señor de este modo supone ser dóciles al Espíritu Santo, entregando a Dios todo el corazón, aceptando vivir y actuar en el Señorío de Cristo. John Wesley resumía en cuatro reglas sus indicaciones en relación a este don del canto (Obras completas de John Wesley, vol. 14, pág 346):

1. Que todos canten.

2. Cantad alegremente y con ánimo.

3. Cantad humildemente, para cantar unidos y en armonía.

4. Cantad espiritualmente. Dirigid vuestra mirada a Dios en cada una de las palabras que cantéis. Procurad agradar a Dios más que a vosotros mismos o que a cualquier otra criatura. Para ello, centraos sólo en lo que estáis cantando y velad para que vuestros corazones no se aparten de Él a causa de la música, sino que a través de ella sean ofrecidos a Dios. ¡Éste es el canto que el Señor aprueba!

     Este último punto sintetizaría también toda la doctrina de los Padres de la Iglesia: cantar con el corazón, ésta es la actitud fundamental para cantar al Señor. El canto es algo consagrado a Dios. Podemos -a menudo lo hacemos- profanar un canto. ¿Cómo? Cantando al Señor por el simple placer de cantar, por desahogarnos, cantando mecánicamente, sin pensar en la letra... es decir, cantando un canto a Dios como un canto profano. Algunas personas incluso, son capaces de charlar con las de al lado mientras la asamblea canta. ¿Se atreverían a hacerlo cuando alguien está orando?. Los cantos son oraciones cantadas, palabras realzadas por una melodía. A fuerza de cantarlos muchas veces pueden perder poco a poco su significado. Por eso es bueno, en ocasiones, no cantar: escuchar e interiorizar el texto en silencio, revivirlo.

      Podemos comparar nuestro servicio al Señor a través de la música, nuestro ministerio, con un puente...

 - Un buen puente: Sería un medio de unión, de acercamiento y de comunicación de Dios al hombre y del hombre a Dios. Cuando un puente funciona como debe, los pasos del hombre son más seguros. Cuando un ministerio de música funciona bien, la asamblea camina con más seguridad.

 - Un mal puente: Es el caso del hombre que construye su casa (servicio) sobre arena (Lc 6, 48-49). Este servicio se torna débil e incluso peligroso. El ministerio no proyecta a Dios: se proyecta a sí mismo. El pueblo no llega a Dios tan fácilmente, se queda en el puente, porque le faltan piezas tan fundamentales como humildad, sometimiento, discernimiento, oración, vida sacramental, vida eclesial...

 - No hay puente (no hay ministerio): El hombre sí puede entrar en comunicación con Dios sin la ayuda de la música y del canto, pero el camino de la asamblea es más laborioso y difícil al no utilizar este puente tan accesible.

 

        3) Y el tercer rasgo fundamental de un Ministerio de Música es que la música y el canto son para la unidad del Cuerpo de Cristo. "El canto que los cristianos elevan para expresar su fe en el Señor todos han de comprenderlo, sentirlo y ser capaces de aprenderlo, identificándose con él. El canto se convierte en símbolo de la Iglesia porque todos participan en él y este símbolo de unidad debe cuidarse prioritariamente a otras cosas. Si se convierte en motivo de la más sutil división, puede perder su fuerza como testimonio de fe y de amor" (S. Juan Crisóstomo).

       El Señor nos ha hecho "colaboradores suyos" (1Cor 3, 9). Como dice Monseñor Uribe Jaramillo, "Dios salva en la Iglesia y por la Iglesia. Como instrumentos que somos, tenemos que aportar algo; en la medida que nos capacitemos, mayor será nuestra colaboración con Dios. Esto nos debe servir para recibir los carismas con gratitud, pero también para ver cómo respondemos con el fin de que crezca su eficacia en nosotros... El plan de Dios es que todo crezca en nosotros. Cuando termina el crecimiento, empieza a obrar la muerte. También lo carismas deben crecer mediante nuestra colaboración. Un carisma es siempre perfecto en sí, pero su mayor o menor manifestación depende de nuestra correspondencia".

      El don supremo es el amor. Y todo don es para la unidad del Cuerpo de Cristo. Todo ha de ser para su edificación. La música y el canto, o son servidores y constructores de la unidad... o no son nada.

Javier de Montse - Comunidade Caná   /   El Espíritu Santo en clave de sol

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