Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

En la Tierra como en el Cielo

By 9:22

 

“La Tierra no tiene ninguna tristeza que el Cielo no pueda curar”. Eso dice Santo Tomás Moro. En la eternidad, al final de la historia de la Humanidad, el canto permanecerá como una de las ocupaciones de los huéspedes del cielo. Así lo describe Ap 5, 9-10. Los 24 ancianos cantan un canto nuevo en honor del Cordero: “Tú eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos”. Más adelante, nos cuenta cómo los 144.000 redimidos adoran a Dios por medio del canto: “La victoria es de nuestro Dios que está sentado en el trono y del Cordero”. Y todos los ángeles adoran a Dios cantando: “La alabanza, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza son de nuestro Dios” (Ap 7, 10-12). En Ap 15, 2-3 se nos relata cómo los que habían vencido a la bestia estaban en pie sobre el mar de cristal con las arpas de Dios y cantaban el cántico de Moisés y el cántico del Cordero.

 
Siempre cantemos “desde” el Cielo

Nosotros cantamos aquí en la Tierra: cantamos en la liturgia, en la oración comunitaria, en nuestra oración personal. El canto es oración, es un medio de comunicación entre Dios y nosotros… ¡Miremos al canto del Cielo para que nuestro canto sea un canto mucho más grande, mucho más profundo, tenga un valor mucho mayor! Os invito a que siempre cantemos “desde” el Cielo; que nuestra mente se ponga allí, en la asamblea de los santos. No importa dónde cante, para quién cante, con quién cante; no importa que las cosas salgan mejor o peor… Nuestro canto, unido al canto del Cielo, es siempre un canto de victoria: unirme en espíritu al canto de victoria que entonan en el Cielo, con júbilo eterno, los ángeles y los santos mientras contemplan a Dios cara a cara. Porque el canto que cantamos aquí es solo un anticipo de lo que va a ser nuestra ocupación definitiva; por lo tanto, prefiguremos aquí lo que haremos allí por toda la eternidad: cantar a Dios.

 
Santa Faustina Kowalska nos dice: “Hoy fui al Cielo en el espíritu y vi cómo las criaturas dan sin cesar alabanza y gloria a Dios. Vi cuán grande es la felicidad en Dios que funde a todas las criaturas, haciéndolas felices… Y, así, toda la gloria y alabanza que brota de su felicidad vuelven a la fuente, entran en las profundidades de Dios contemplando la vida interior del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo a quien nunca podrán comprender o abarcar. Esta fuente de la felicidad es inmutable en su esencia, pero siempre es nueva brotando felicidad para todas sus criaturas”.

 
“Qué cosa más dulce y sencilla: estar allí para siempre cantando con los ángeles y los santos: Santo, Santo, Santo” (San Felipe Neri). Porque la predicación y la evangelización cesarán… pero la música, la adoración a Dios, ¡continuará!

Javier de Montse - Comunidade Caná

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