Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

  
       El noviazgo es el tiempo en el cual los dos están llamados a realizar un trabajo compartido sobre el amor; un trabajo en profundidad. Se descubren poco a poco el uno al otro.  El hombre ‘aprende’ acerca de esta mujer, su novia; y la mujer ‘aprende’ acerca de este hombre, su novio.      
     Desde esta perspectiva -apuntada por el Papa Francisco- hemos preparado 15 temas para ayudaros a verificar vuestro amor. Nuestra propuesta es acompañaros en este camino que tiene meta. La clave ha de ser el diálogo que estos temas, como etapas de un camino, susciten entre vosotros, los novios.

El ITINERARIO se desarrolla en ENCUENTROS MENSUALES
Estamos a vuestra disposición...
986.313.795   canacomunidade@gmail.com    636.086.986 (WhatsApp)
   
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"Aprender a amar a alguien no es algo que se improvisa 
ni puede ser el objetivo de un breve curso 
previo a la celebración del matrimonio
(Amoris laetitia 208)


Rialdarca, itinerario para NOVIOS 

Un sendero de poco más de un kilómetro, para personas de cualquier edad





    Del 24 al 26 de octubre (2025), en la Casa de la Sagrada Familia de Villefranche en Las Rozas (Madrid), celebramos nuestro Encuentro de ComunidadLoEncuentros Comunitarios son mensuales; normalmente, de fin de semana. En todos ellos hay oración, revisión de vida, formación, participación en la Eucaristía dominical y preparación de las acciones pastorales y de evangelización que lleva a cabo la Comunidad. 
   La llamada a ser comunidad es un don de Dios que llega a la persona por sorpresa. Esta experiencia es frágil, como una semilla plantada en la tierra; poco a poco, en la lucha y la contemplación, se orienta hacia una opción positiva y definitiva por la comunidad.
    Al hundir nuestras raíces en tierra es cuando comenzamos a ver los frutos. Estar plantado en la tierra es comenzar a vivir con un nuevo sentido la misión. Surge una nueva capacidad de dar la vida, no en mí solo, sino en el cuerpo de la comunidad.
    Porque nuestros corazones son pobres y vacíos, ¡están disponibles! Dejamos sitio para recibir a nuestros hermanos.
    Porque nuestros corazones son pobres y vacíos, ¡están heridos! Dejamos que suba hacia Ti, el grito de nuestra sed. 
     Y te damos gracias, Señor, por el camino de fecundidad que has elegido para nosotros. Seguimos diciendo "sí" a este camino. Creemos que es nuestra fecundidad, que tenemos que pasar por él para crecer en Ti.

La respuesta es... ¡¡¡ SÍ !!! 

Cada uno de nosotros tenemos la oportunidad de vivir y comunicar que el AMOR puede ser para SIEMPRE. 

A los jóvenes les interesa el tema del amor...
"Amar para siempre" es el título de un libro que nosotros, Comunidade Caná, hemos escrito. En realidad, es el contenido de los cursos prematrimoniales que, desde 1997, Montse y Javier, fundadores de la Comunidad, comenzaron a impartir en su parroquia, en Moaña, Galicia. Ha sido la base de la formación con la que, luego, todos los demás matrimonios que pertenecemos a la Comunidad nos hemos preparado para continuar los cursos en muchos otros lugares, incluso telemáticamente.
Es un curso que puede servir a todos los implicados en la Pastoral Familiar o en grupos de jóvenes que se preguntan sobre su vocación.
El contenido es sencillo, profundo y humanizador. Y es que a los jóvenes les interesa el tema del amor, de la vida, de los hijos, de la familia… de cómo no fracasar en su relación afectiva.
Estamos llamados a poner luz, ofrecer la verdad del amor para siempre entre un hombre y una mujer, ayudar al discernimiento y la reflexión sobre el sentido de la vida y la propia vocación.
Porque la crisis de la pareja es, en definitiva, la crisis de la persona humana. Y Jesús el Señor está interesado en tu persona.

¡Enhorabuena! Has encontrado un tesoro: el amor de tu vida

La humanidad entera, todo hombre y mujer, pasa su existencia buscando este gran tesoro que es “amar y ser amado”. Vosotros lo habéis encontrado y por eso estáis de enhorabuena. Quisiéramos que esta palabra, “amor”, tan usada hoy, pudieseis vivirla y entenderla de un modo distinto, original: tenéis a vuestro lado a la persona de quien estáis enamorados, la persona con la que deseáis pasar el resto de vuestra vida, la persona que os acepta como sois, que va a estar siempre con vosotros…
Tenéis a vuestro lado a ese “alguien” único que os quiere. Hay personas que tienen de todo; pero les falta alguien a su lado que les ame profundamente, y por eso se sienten solas, tristes y sin sentido en la vida. ¡valoremos el amor que tenemos! Sin amor, todo en la vida queda oscuro y vacío.
Las estadísticas nos muestran cifras alarmantes sobre los fracasos en el amor. La mayoría en la primera crisis, en los primeros ocho años de matrimonio. Pero las separaciones están aumentando en todas las etapas de la vida. ¿Qué nos está pasando? Quizá no valoremos lo bastante este tesoro como para poner el empeño, el coraje necesario, y emplear todas las energías en cuidar nuestro amor.

ENAMORARSE es FÁCIL; 

lo DIFÍCIL, lo realmente VALIOSO, 

es PERMANECER ENAMORADOS.

De este amor que perdura en el tiempo, capaz de superar crisis y dificultades, es del que habla este libro: del amor que os vais a prometer el día de vuestra boda y que puede haceros felices para siempre.


“El Evangelio es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rom 1, 16)

  Solo una Iglesia evangelizada puede convertirse en una Iglesia evangelizadora; solo una Iglesia que vuelve una y otra vez al Cenáculo para recibir la fuerza del Espíritu Santo en un nuevo Pentecostés, puede convertirse en una Iglesia que evangeliza con gran poder, como la Iglesia primitiva. Sin nuevos evangelizadores no puede haber nueva evangelización; sin nuevo Pentecostés ni Espíritu Santo no hay nuevos evangelizadores ni nueva evangelización.

"Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones..." (Jl 2, 28-29).

  La Efusión del Espíritu desencadena un proceso de discipulado que se plasma en una vida con propósito; en sucesivas elecciones sobre el estado de vida, el trabajo, la economía, las relaciones… una vida entera entregada a cumplir los sueños de Dios para mí. Vivir, desde la debilidad, en el Señorío de Cristo. Porque el Encuentro con Cristo -si es auténtico- genera discípulos misioneros en comunidad.

  Un/a discípulo/a misionero/a es una persona que ha tenido un encuentro personal con Jesús, ha tomado la decisión de seguir -con todas las CONSECUENCIAS- el Evangelio de Jesús, ha caminado con otros discípulos y ha sido enviado por Jesús para compartir la Buena Noticia. Es un proceso selectivo, destinado -únicamente- a quienes han decidido seguir a Jesús y dar la vida por Él.

«Si permanecéis en mi Palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn 8, 32).

  Vivir en el Espíritu es, día a día, década a década, agrandar el SÍ... y reforzar muchos noes. El Señorío de Cristo implica que Él ordene mis amores, derribe mis ídolos y me abra a nuevos horizontes. "Aspiremos no a una libertad fácil y artificial, sino una libertad perfecta y verdadera. Y concedamos a Dios su libertad de actuar, una libertad que necesariamente trasciende nuestras nociones limitadas" (Mons. Erik Varden).

  En el fondo, solo hay 2 modos de vivir: VIVIR para solucionar problemas (Señor, ¡haz mi voluntad!) o VIVIR de un horizonte, enfocado en la Voluntad del Padre, en su propósito para mi vida.



El Encuentro con Cristo genera discípulos misioneros en comunidad

Hay tres fuegos que se avivan recíprocamente, alimentando el FUEGO del Espíritu Creador en mi vida real, en mi historia de salvación:

     1. El fuego de la ORACIÓN: la fuente de la que bebemos, la intimidad con Dios, el diálogo con la Trinidad -Padre, hijo y Espíritu Santo-. No es un mero ensimismamiento y deleite interior; la oración tiene consecuencias. "No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos" (Mt 7, 21). En la oración recibimos el Poder de Dios para transformar, para tener los mismos sentimientos de Cristo y salir hacia el hermano.

     2. El fuego de la FRATERNIDAD: mi Comunidad (de pertenencia o de referencia), los hermanos en la fe con los que oro, comparto y voy a la misión. ¿Tengo una Comunidad de fe? Sí, es la Iglesia -podemos responder-. En nuestro tiempo, ha de concretarse en una comunidad más cercana, más concreta, más cotidiana y -en la mayor parte de los casos- más pequeña que la Parroquia. Hermanos que me acompañan en el camino de la fe, me animan, me corrigen... y donde descubro mis dones y carismas para la misión.

   3. El fuego de la MISIÓN: ¿a qué estoy llamado en la Iglesia y el mundo? ¿Cómo soy una piedra viva que construye el Reino de Dios? 

Porque la IGLESIA existe para EVANGELIZAR... "Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una «simple administración». Constituyámonos en todas las regiones de la Tierra en un «estado permanente de misión»" (Evangelii Gaudium 25).

  La Renovación Carismática somos un pueblo escogido donde Dios se complace en derramar su Vida, su Verdad. Somos aquel reino en el cual Dios derramó muchos, muchísimos talentos. A unos les dio 10, a otros 5, a otros 2 y a otros 1... Y les dijo: "Hacedlos fructificar". Vuelve al cabo de mucho tiempo, y quiere recoger el fruto; al ver el panorama, al escuchar las respuestas de los siervos, dice: "Habéis trabajado para vuestras casas, vuestros edificios, vuestras fincas particulares; pero no habéis hecho crecer mi reino. Los talentos no son vuestros. Lo que habéis construido no sirve para nada salvo para ser pasto de las llamas".

  Hagamos subir a la Iglesia al aposento alto para recibir la fuerza del Espíritu Santo una y otra vez. A menudo convertimos el viento huracanado de Pentecostés en aire acondicionado, al tratar de domesticar la fuerza del Espíritu. El viento huracanado siempre nos sorprende, rompiendo esquemas y seguridades propias; nos mueve a ser fieles al Señor y no buscar tanto agradar a los hombres, descubriendo una variedad de carismas que no debemos despreciar aunque nos incomoden o comprometan.

  La fuerza impetuosa del Espíritu siempre sopla como quiere y no la podemos dominar; es el poder del Espíritu quien nos hace vivir en la libertad de los hijos de Dios. Si la primera evangelización en Jerusalén fue fruto de la irrupción impetuosa del Espíritu Santo en aquel primer Pentecostés cristiano, la nueva evangelización hoy no puede ser sino consecuencia de un nuevo Pentecostés que nos haga salir de nosotros mismos para ir a las periferias del mundo y anunciar la Buena Noticia a toda la creación.


  La primitiva Iglesia se movía en el Espíritu, como fuego en un cañaveral, fuera de las murallas. A la intemperie. En lucha y contemplación, lejos de las seguridades y el poder mundano. Fijos los ojos en Aquél que se hizo un tatuaje con mi nombre en Sus manos... y en Sus pies... y en Su costado. Aquél que, fuera de las murallas, murió en la Cruz por mí, entregando toda su vida por amor.

  Su presencia está ahí fuera, los dones están operativos ahí fuera, el corazón de Dios está ahí fuera... Escucha lo que te dice a ti (y a mí) el Papa Francisco en «Gaudete et exsultate» nº 15: "Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida". No nos aferremos a lo que tenemos; ¡lancémonos a vivir la NUEVA VIDA que Jesús nos ha ganado, lancémonos a vivir en el Espíritu!

   El Señor quiere cambiar el mundo en el Poder de su Espíritu Santo: un tsunami del Espíritu, algo inesperado, algo sorprendente, un renovado súperPentecostés. Y, cuando el Señor se mueve de esa manera, nosotros -los que antes éramos no/pueblo y ahora somos Pueblo de Dios- que hemos sido llamados por Él, hemos de estar dispuestos y en vela.

  La mejor Iglesia es la que arde... en el Fuego del Espíritu Santo

Javier y Montse - Comunidade Caná



    “¡No erijáis vuestros propios planes pastorales bajo la norma de lo que le está permitido actuar al Espíritu Santo!” (Benedicto XVI)
       ¡Estamos en un tiempo nuevo: el tiempo de Aquel que hace nuevas todas las cosas! ¡Aleluya! La acción de Dios tiene lugar -cada vez más inopinadamente- “en el campo” (Num 11, 27). Hay últimos que son primeros…
       El Espíritu surge, a menudo, al margen de los ámbitos que controlamos. Las nuevas realidades eclesiales dependen del dinamismo del Espíritu Santo y se liberan de todo exclusivismo. "Nuestra racionalización pastoral sistemática y planificada corre el riesgo de ahogar los aguijones pastorales que suscita el Espíritu Santo" (Mons Dominique Rey).
     Si nuestra predicación y nuestra acción pastoral no provocan un despertar en el pueblo, no llevan a las personas a tener un cambio de vida y a ser verdaderos discípulos de Jesús... hemos de analizar con profundidad si en lo que trabajamos es, básicamente, en llenar los templos aunque la gente siga vacía de Jesús.



    "Y corrieron a dar aviso a Moisés: Eldad y Medad profetizan en el campo. Entonces respondió Josué hijo de Nun, ministro de Moisés, y dijo: Señor mío Moisés, impídeselo. Y Moisés le contestó: ¿Tienes tú celos por mí? Ojalá que todo el pueblo del Señor fuera profeta, que el Señor pusiera su Espíritu sobre ellos.”  (Num 11, 27-29) 



     Algunas propuestas de acción, en el aquí y ahora, para no estorbar el florecimiento de pequeñas comunidades vivas al estilo de los Hechos de los Apóstoles:

  • Ir donde va la gente; enfocarnos e invertir allí. Echarnos, como Iglesia, al Camino. No construir nuevos templos ni complejos parroquiales. Dejar a las autoridades civiles que restauren y conserven el patrimonio y los monumentos religiosos...
  • Aderezar nuestras Iglesias Diocesanas con aceite y vino, pasarlas por el Fuego y vaciarlas en el Camino de Santiago
  • Adelgazar drásticamente los organigramas. Es tiempo de una buena poda para esa gran hojarasca de Delegaciones, Secretariados... y tantas estructuras y nombramientos (nombro y miento) que oscurecen la fuerza del Evangelio, llegando a suplantar el combate espiritual y la primacía de la gracia.
  • Volver al Principio (en el Principio no fue así…), al punto 0 (Tú has venido a la orilla…) en los Seminarios y otras instituciones.
   
           Comunidade Caná está formada por familias de distintos lugares de España. Hay -también- familias y personas que colaboran con la Comunidad en diversos servicios y misiones. 
             Fortalecer familias que vivan en el Espíritu y, al estilo de los primeros cristianos, anuncien el Señorío de Cristo y la alegría del Evangelio: este es el "carisma fundacional" de Comunidade Caná, el llamamiento -particular y específico- que hemos recibido como Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática, corriente de gracia suscitada por el Espíritu Santo tras el Vaticano II en las diferentes confesiones cristianas.


           Somos una comunidad de familias. El objetivo no es vivir bajo el mismo techo, sino crecer en familia: que cada familia se sienta fortalecida en su vida de fe, apoyada en las decisiones humanas que debe tomar e impulsada a caminar como familia cristiana en medio del mundo. Cada familia vive de su trabajo diario y está enraizada en un lugar determinado, integrándose en la vida parroquial y construyendo una vida humana y espiritual estable y equilibrada; tiene, por otro lado, plena autonomía para tomar las decisiones que exige su vida familiar, como comunidad que es -“Iglesia doméstica”- dentro de una comunidad mayor.

 
         Nuestro reto no consiste en resolver los incontables problemas que surgen en las familias, sino en reconocer el Don que Dios regala y hacerlo fructificar. Es un reto de dimensión divina pero que está a nuestro alcance, porque Dios mismo lo acompaña y lo hace madurar.
         La ideología de la postmodernidad niega la verdad en lo concreto de la vida de las personas: el cuerpo pierde su lenguaje y el tiempo queda fragmentado en instantes; el resultado son personas desintegradas, debilitadas y manipulables. 


        Comunidade Caná acoge la singularidad de cada una de sus familias, creando unas relaciones fraternas, aprendiendo unos de otros en la oración y el compartir humano, espiritual y material, en la línea de las primeras comunidades cristianas. Cada familia de la Comunidad camina como Iglesia doméstica. Nuestro modelo es la Familia de Nazaret. 

 
       Cada familia se compromete a rezar por las otras familias de la Comunidad y a mantener una comunicación cercana, a visitarnos unos a otros y compartir de cerca nuestras dificultades y alegrías, luces y sombras... Es motivo constante de nuestro compartir, en primer lugar, nuestra propia vida -para crecer espiritualmente y dar mayor gloria a Dios- y, en segundo lugar, nuestra acción pastoral y evangelizadora. 




  • AZÚCAR: oración y misión en el Poder del Espíritu, con ejercicio real de dones y carismas, como discípulos misioneros en comunidad.
  • CAFEÍNA: obediencia y humildad, transparencia y sometimiento, discernimiento comunitario, corrección fraterna y revisión de vida.
    La primitiva Iglesia se movía en el Espíritu, como fuego en un cañaveral, fuera de las murallas. A la intemperie. En lucha y contemplación, lejos de las seguridades y el poder mundano. Fijos los ojos en Aquél que se hizo un tatuaje con mi nombre en Sus manos, y en Sus pies, y en Su costado. Aquel que, fuera de las murallas, murió en la Cruz por mí, entregando toda su vida por amor. Su presencia está ahí fuera, los dones están operativos ahí fuera, el corazón de Dios está ahí fuera... Se trata de hacer discípulos y construir la comunidad, no de mantener edificios, gestionar programas y el sostener el culto.

              

     No hay revelación conocible fuera de la vida y el testimonio de quienes la transmiten. Lo que testimonia quién es Dios y el sentido de la revelación es la vida de los cristianos. Porque el cristiano no se define meramente por lo que cree sino por cómo vive aquello que cree. Esto es lo que decía Kierkegaard, un cristiano danés del siglo XIX: “La tontería en la que vivimos -como si fuera ser cristiano- no es en absoluto lo que Cristo y el Nuevo Testamento entienden por ser cristiano. Creer es aventurarse tan decisivamente como sea posible para un hombre, rompiendo con todo lo que él naturalmente ama, para salvar su vida, rompiendo con aquello en lo que naturalmente tiene su vida.”




  • Desde hace tres años, cristianos de distintas denominaciones, comunidades y movimientos nos reunimos para alabar, proclamar la Palabra e interceder por nuestra sociedad, juntos. Y aprovechamos para hacer fiesta, compartir, charlar y conocernos cada vez más. 
  • Ven a conocer a otros cristianos de diferentes Iglesias y realidades que aman a Cristo. Aprenderás a valorar la riqueza de la diversidad y celebrar lo que tenemos en común como un solo Pueblo de Dios... 
¡Forma parte de los SUEÑOS de Dios para Santiago de Compostela, como hermanos unidos en un mundo dividido!


  “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne». Es éste un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia”. (Ef 5, 23-33)

     San Pablo habla de la relación esponsal refiriéndola a la de Cristo con su Iglesia: “Es este un gran misterio”. Nosotros, esposos, ¿vivimos nuestro sacramento de esta manera… o la  Palabra de Dios supera nuestras fuerzas? ¿Qué lugar ocupa Jesucristo en nuestro caminar matrimonial? 


La ternura, un soplo que nos alienta a ser lo que estamos llamados a ser

El psicólogo Diego Velicia nos habla maravillosamente de ella en su artículo "¡Es la ternura!". 
La ternura -afirma- no solo consiste en muestras físicas, sino que se manifiesta, sobre todo, en miradas esperanzadas, en silencios comprensivos, en renuncias sacrificadas. Quizá la reducimos a la infancia; pero, en realidad, la necesitamos toda la vida. No somos conscientes de su capacidad transformadora, sin embargo, su potencia para configurar una vida es  infinita. La ignoran los obsesionados con la eficacia, los que nunca la han experimentado y quienes solo quieren imponerse a los demás.

No se trata de una emoción intensa que se siente muy dentro y hace estallar el corazón de gozo efusivo, no. La ternura da calor al corazón cuando el frío de la vida congela el alma. Sentir ternura por nuestra pareja no es amarla “a pesar de” su fragilidad, creyendo que soy una persona buena, elevándome a categoría de héroe, capaz de amar a alguien a pesar de que realmente no se lo merece. De este modo, acabo mirando la fragilidad de mi cónyuge de forma condescendiente, desde lo alto. En cambio, la ternura es lo opuesto a la mirada que juzga y condena, que critica, que reprocha, que desprecia… “Estás siempre igual, nunca cambias, nunca lo harás”.

La ternura siempre ofrece una respuesta insólita a la dificultad del otro. Es una forma inesperada de hacer justicia, dice el Papa Francisco. Es la experiencia de amar y acoger al otro “en medio de” su fragilidad, en medio de su debilidad, en medio de su dificultad. No ignora la fragilidad del otro. No la niega. No la minimiza. No se asusta ante ella sino que la percibe con realismo, la reconoce con verdad, la saca a la luz con sensibilidad, la toca con delicadeza.

Cuando nos tratan con ternura, nos insuflan esperanza para trabajar sobre nosotros mismos y nos devuelven la dignidad para seguir en camino. Es como un soplo que alienta a ser lo que estamos llamados a ser, a “no tirar la toalla”.


Arrancaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne

Al principio, Dios nos crea hombre y mujer para un proyecto de comunión y nos bendice con el sacramento del matrimonio a través del cual derrama la gracia para hacer posible este amor para siempre que supera nuestras fuerzas humanas.

“Dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” (Gén 2, 24). Esta Palabra que pronuncia Dios es nuestra denominación de origen, nuestra seña de identidad. Siempre hay que volver a ella, porque es volver al principio de nuestra vocación.

Desde esa perspectiva, nuestra vida conyugal es un continuo renunciar, para unirse al otro y ser uno. La acogida mutua es la clave de nuestra unión. Recibir al otro, es hacerle un espacio en mi yo. Porque seguimos siendo dos personas diferentes, con necesidades, psicologías, heridas diferentes. Somos dos que caminamos en medio de nuestras imperfecciones y nuestros límites.

En nuestro camino matrimonial surgen las dificultades de nuestro pecado que se muestra en forma de actitudes que me separan del cónyuge:

  • Estar a la defensiva frente al otro porque pienso que me va a hacer daño.
  • Juzgar antes de que empiece a hablar.
  • Desconfiar a causa de nuestras heridas.
  • Tener creencias equivocadas, adquiridas (por ejemplo: si no me cuido yo, no me cuida nadie).

La Palabra de Dios llega viva y eficaz con la fuerza del Espíritu Santo: “Y os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne” (Ez 36, 26). Es Dios mismo el primero en llenarse de ternura ante nuestras dificultades, en mirarnos con compasión y misericordia: “Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por los que lo temen” (Sa 103, 13) y en derramar su amor en nosotros con el Espíritu Santo que tiene verdadero poder para cambiarnos:

  • Arranca de nuestro pecho muchas cosas que no son el verdadero amor: falsas seguridades, heridas que nos impiden amar, miedos a sufrir, barreras, bloqueos…
  • Nos da un corazón nuevo, capaz de acoger al otro en sus fragilidades, en aquello que no comprendo.
  • Nos pone en tierra nueva donde triunfa el amor, la ternura de Dios, que es caridad esponsal que se conmueve, que tiene entrañas de misericordia.

El Espíritu es quien realiza en nosotros esta obra... con nuestra colaboración, es decir, no ofreciendo resistencias: “Mira, hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).


La madurez del amor

Un día nos enamoramos y nos comprometimos. Preparamos todo y ¡adelante! Salimos juntos a recorrer esta aventura como salió el hombre de la parábola (Lc 10, 25-37). Por el camino unos bandidos nos asaltaron, nos apalearon y nos dejaron heridos y tirados en el suelo. Llegó un sacerdote y pasó de largo, llegó un letrado y dio un rodeo, pero un samaritano se paró, nos curó y nos llevó a la posada.

Podríamos describir que los bandidos de la parábola son como algunos aspectos externos que nos rodean: enfermedad, paro, contratiempos…; y también pueden ser aspectos internos: dureza de corazón, rigidez, argumentos, celos, reproches, cansancio, pesimismo… El buen samaritano es Cristo en nuestras vidas, que nos enseña el camino de la ternura. Y el mensaje final, para nosotros, es: “Ahora haz tú lo mismo”. Primero con tu cónyuge, después con tus hijos y con todos los que te encuentres en la vida.

Sin embargo, es importante saber que la ternura no es algo que tengamos nosotros por naturaleza. Es un aprendizaje en el amor, es la madurez del amor.


Tres formas de crecer en ternura

  • Cultivar el sentido del humor. No hablamos de la ironía ni del sarcasmo que ridiculiza o desprecia al otro. El humor posibilita una mirada nueva sobre el otro. La familia que posee sentido del humor tiene un tesoro muy valioso.
  • Ver siempre el lado bueno. Valorar la parte positiva de aquello que a veces nos saca de quicio del otro. No se trata de justificar el mal, sino de mirarlo desde otra perspectiva. Una persona terca, seguramente sea exasperante en muchos momentos, pero perseguirá sus objetivos en la vida y eso tiene una parte buena. Una persona tranquila a veces desespera hasta la exasperación en su tranquilidad, pero aportará calma a situaciones complicadas. Una persona que cambia de planes con facilidad puede que nos vuelva locos, pero seguramente conseguirá improvisar en los momentos en que esto sea necesario.
  • No “tirar la toalla”. Tener conciencia de las propias fragilidades, afrontarlas. Fracasar una y otra vez, perdonarse por ello y volver, una y otra vez, al camino de intentarlo de nuevo. Aceptar y amar este proceso nos prepara para la ternura..


La Palabra nos sugiere algunos pasos que debemos dar...

  1. Recibir a mi cónyuge es el primer paso para acogerlo. Si no estoy abierto a recibir, no podré acoger. Para eso es necesario crear un clima de confianza. “No te acerques aquí; quítate las sandalias de los pies, porque el lugar donde estás parado es tierra santa” (Éx 3, 5). Cuando en la vida común aflora lo personal de cada uno, aquello que se ha compartido y aquello que no ha salido del todo a la luz, se comienza a ver las fragilidades, las actitudes, las heridas y, a veces, los silencios. Es necesario entonces pararnos ante nuestro cónyuge (“no te acerques aquí”), exponernos uno al otro desde la verdad (“quítate las sandalias de los pies”), sabiendo que es necesaria la máxima ternura (“porque el lugar donde estás parado es tierra santa”).
  2. El Espíritu Santo nos ayuda a renovar nuestro vínculo, nuestro deseo, nuestra vocación, nuestra mirada, nuestro amor primero: “Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor, ni los ríos anegarlo” (Cant 8, 7). No basta simplemente con no juzgar; se trata de que el otro se sienta amado tal y como es, para que pueda mostrarse como es. “Yo soy para mi amado y mi amado es para mí” (Cant 6, 3).
  3. “Iré a la casa de mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti” (Lc 15,15). Tomar la actitud del pobre, del necesitado, del que ha malgastado su fortuna, reconociendo necesitar la mirada de mi esposo, de mi esposa que me acoge como vengo, como estoy, como soy... y la de Dios que siempre es Padre, que siempre perdona, que siempre alienta y que me pone nuevamente el anillo de hijo.


Algún compromiso concreto acordado entre los dos...

Cada día, 5 minutos para la ternura entre nosotros y con Dios:

  • Mirarse a los ojos y preguntar: ¿Cómo estás? Y escuchar la respuesta con paz en el corazón.
  • Rezar al menos un Padrenuestro, Avemaría y Gloria, si es posible de la mano.

Cada semana, un tiempo entre nosotros y con Dios:

  • Buscar un tiempo para estar juntos, mínimo una hora. El objetivo es crear un clima de acogida, donde nos detengamos en la acogida al otro.
  • ¿Qué necesita el otro?
  • Ser capaces de salir de nuestros bloqueos, nuestros muros y expresar nuestros malestares o contratiempos de la semana.
  • Tiempo de llenarnos de Dios: oración juntos, rosario, Eucaristía... Hacernos más conscientes de que Dios desciende a nuestra vida cotidiana.

Cada quincena o cada mes, de manera especial aprovechando las celebraciones familiares:

  • Tiempo para toda la familia: una comida especial, una tarde de diversión, de juegos de mesa, una película juntos, un tiempo de escucharnos todos.


Ejercicios para realizar en familia:

  1. Pronunciamos la palabra escuchar. ¿En nuestra casa nos escuchamos unos a otros? ¿En qué momentos hay sensación de prisa y de no tener tiempo unos para otros? Después de escucharnos todos, nos ponemos una nota sobre el verbo escuchar y la ponemos en la nevera. A continuación, hablamos de qué podemos hacer para mejorar esa nota.
  2. Este ejercicio lo repetiremos con la palabra ayudar. ¿En nuestra casa nos ayudamos unos a otros? ¿Alguien siente que está demasiado cargado de responsabilidades y que necesita ayuda?
  3. Y con la palabra comprender. ¿Antes de juzgar a los demás, nos ponemos en su situación para tratar de entender sus actos?


Montse y Javier - Comunidade Caná