Mi cuñado contaba que, el otro día, invitó al portero y al cura de la parroquia a unas pizzas en su casa. Y pensé: “Olé, esto sí que es ponerse en camino”. Invita a casa a dos personas que tienen mucho en común los dos cuidan de casas. Está soltero, pero le gusta hacer hogar. Y en el fondo, todos estamos llamados a eso: a establecer relaciones más fraternas, creyentes y no creyentes, a abrir la puerta y sentar a gente en nuestra mesa.
Muchas veces nos complicamos demasiado para invitar a alguien. Buscamos el momento perfecto, el menú perfecto, la casa perfecta… y se nos olvida que Dios “acampó entre nosotros” (Jn 1,14). “Habitar” suena bien, pero “acampó” (eskenōsen ) nos recuerda que no reservó nada por “Booking” ni buscó un lugar especial: plantó su tienda en medio del campamento humano, en la intemperie de nuestra vida. Él mismo es la Tienda. En Él encontramos todo lo que necesitamos: pan, vino, leche, miel; lo esencial para vivir el día a día.( Is 55, 1)
El verbo griego eskenōsen (ἐσκήνωσεν), “poner la tienda”, evoca la morada de Dios en el Antiguo Testamento, la Tienda del Encuentro, el lugar donde Dios caminaba con su pueblo en medio del desierto. Jesús creció celebrando la fiesta de las Tiendas o de los Tabernáculos; seguramente le gustaba esto de acampar con la gente, compartir su historia, su calor y su frío. A veces dan ganas de llamarlo el primer “boy scout” de la historia: un Dios que no se queda lejos, sino que comparte camino, polvo y hoguera.
El profeta Isaías, seiscientos años antes de su llegada, nos va revelando muchas cosas sobre Jesús, nos habla de la gloria de Dios como de un lugar de refugio “Y por encima, la gloria será un baldaquino y una tienda, sombra en la canícula, refugio y abrigo de la tempestad y de la lluvia” (Is 4, 5). Sombra en la canícula, refugio y abrigo de la tempestad y de la lluvia: es la imagen de un Dios que no solo visita, sino que protege, cubre y acompaña. Por eso este puede ser un tiempo para “jugar” a ser tienda de acogida: tienda donde Dios pueda habitar, tienda donde otros se sientan en casa. Como María, que dejó que la Gloria de Dios la habitara, también tú y yo estamos llamados a ser tienda suya en medio de nuestra gente.
Seamos cabaña y refugio para todos en estos días: una mesa sencilla, una pizza compartida, una conversación pueden convertirse en un pequeño tabernáculo donde Dios vuelve a acampar, muy cerca, entre nosotros. Recuerda tú estás llamado a ser tienda en tu corazón, no es tu casa lo que ofreces, eres tú mismo sobre todo.
DINÁMICA:
1. Poner un Belén está muy bien; pero te invito a construir una tienda o cabaña en casa para refugiar a Jesús y meterte tú dentro con él.
2. Busca una manta, tela o sábana y colócalas entre dos sillas.
3. Puedes poner algún cojín para sentarte.
4. Busca un Niño Jesús.
5. Entra dentro de la tienda, recordando que Dios es refugio ,que Dios mismo es tu casa y que la Gloria de Dios desciende a nosotros si abrimos al corazón a su nube, representada por esa tela que cubre tu cabeza.
Fernando de Susana - Familia Caná








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