Llegan unas fechas en las que algunos nos movemos como peces en el agua, nos gusta armar jaleo y cantar ( aunque desentonamos). Algunos de ésta especie de peces no saben muy bien por qué hacen todo esto... Lo llaman "espíritu navideño". Y se ponen a cantar a tiempo y destiempo: “Pero mira cómo beben los peces en el río”. Algunos somos tan pesados como aquella señora que contaba Martín Valverde viajaba en tren y exclamaba a grandes gritos: ¡Qué sed tengo! Entonces alguien -no por hacer una obra de misericordia corporal sino para que se callara- le dio agua. Después de beber, gritaba aún con más fuerza: ¡Qué sed tenía!
Estos que cantan ya antes de la Navidad el villancico tradicional de los peces en el río, se ponen muy plastas; pero quizás no sepan que nos hacen un favor porque nos recuerdan que los peces no beben en el río... Explico: resulta que la concentración de sal en su sangre es superior a la del medio que los rodea; en esas condiciones, el agua fluye hacia el interior del organismo, lo que hace que no necesiten beber. Mi hermano Javier cuando se dio cuenta de que este villancico era de calado teológico empezó a cantar con más piedad y devoción lo que parecía una cosa boba. El pececillo <>< somos cada uno de nosotros, (recordad que es el símbolo secreto de los cristianos durante los primeros siglos); de la palabra ichthys/icthus -del griego ἰχθύς- sale el acróstico Jesucristo Hijo de Dios Salvador.
I - Iota o Iesous (que significa Jesús)
X - Chi o Christos (que significa Cristo)
И - Theta o Theou (que significa Dios)
Y - Upsilon o Yidos/Huios (que significa Hijo)
Σ - Sigma o Soter (que significa Salvador)
Este Ichthus es un pez que nada contracorriente como en la cartelera de la serie The chosen. Y es que, en esta Navidad que se acerca, lo que tenemos que beber es del rio de Dios que viene a inundar nuestra vida. Podemos recibir una gracia de Navidad (como Santa Teresita en 1887) que nos bautice en el Espíritu recibiendo un agua del Señor que sale de su costado y “salta hasta la vida eterna” (Jn 4, 5) y el agua de su bautismo en el Jordán que abrió los cielos para nosotros (Mt 17, 5). Los misterios de Dios están siempre presentes y actuantes.
Bebamos y dejémonos empapar en el río de Dios que son los hermanos, familia que nos regala estos días, la mesa y la misa, belenes y liturgia.
Bebamos también la presencia de Cristo en los pobres y alejados, en los que están en prisión y los inmigrantes. Busquemos el lugar y el tiempo... y la manera concreta para beber esta presencia.
CANTAMOS:
El Agua del Señor sanó mi enfermedad… Oooh, hay que nacer del Agua... Como corre un río dentro de mi ser… Confirma, confirma en este momento, Espíritu Santo, el Tiempo de Adviento.
Después de este tiempo ya podremos cantar a pulmón: ¡Pero mira como beben los peces en el río!
Ahora la DINÁMICA:
Tenemos que hacer unos peces con cartulina podemos sacar unos 8 de un tamaño de un folio.
En cada pez escribimos los nombres de nuestra familia, amigos y personas que necesitan nuestra oración, los colocamos en un recipiente pecera.
Con los ojos vendados cogeremos un pez o varios cada día y rezaremos por ellos.
Los peces que sacamos de la pecera los dejaremos pegados a otra cartulina azul pegada a la pared que simboliza el río de Dios. Allí quedarán un tiempo hasta que vuelvan la pecera.
¡Feliz adviento! Aquí os dejo una versión de Shaila Durcal, desde México: https://youtu.be/JBNghALkwyQ?feature=shared
Fernando de Susana - Comunidade Caná
«Vigilaos a vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén ofuscados» (Lc 21, 34a)
... que vuestros corazones no estén ofuscados
Es un toque de atención. No pongamos trabas a las bendiciones de Dios. No estorbemos a su gracia que se derrama en abundancia. Es cierto que los canales por los que se derrama su gracia en nuestras familias son muy diversos: a través de la paz, de la lucha, de la tribulación, de la prueba...
Y ante las diferentes circunstancias que estamos viviendo, Dios, al inicio de este Adviento, nos dice: «Vigilaos a vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén ofuscados». Desatasquemos los corazones y presentemos nuestra vida ante Dios con sencillez: Él la colma de Su Amor.
No perdamos el tiempo, ¡es Adviento!
“He visto con mis ojos al Rey, Señor del universo” (Is 6, 5)
Mi nombre es Elena Centeno. Pertenezco al Grupo Enmanuel de la RCC de Lugo y a Comunidade Caná. He vivido la gran bendición de poder participar presencialmente en el Encuentro Internacional CHARIS de Roma. Viajé con una hermana del Grupo de Oración de Lugo y 6 hermanos de la Comunidad. Hemos vivido una experiencia impresionante y muy intensa de comunión, de celebración y de formación, en un lugar privilegiado como es la Ciudad del Vaticano, en el aula Pablo VI y en una ciudad impresionante, que es la capital de la espiritualidad católica: Roma.
En este marco inigualable hemos podido orar, alabar, celebrar la Eucaristía y participar en unas profundas y variadas ponencias, impartidas por los más prestigiosos predicadores de la Renovación, además de disfrutar de unas exhortaciones estupendas del Santo Padre, el Papa Francisco, y de nuestro querido Cardenal Raniero Cantalamessa.
Hubo muchos momentos emocionantes y que tocaron mi corazón, pero el que quiero compartir tuvo lugar el sábado, día 4 por la tarde, en el que el Aula Pablo VI, que estaba abarrotada de hermanos y hermanas -unas 3000 personas- aguardando expectantes la intervención de Cantalamessa, en primer lugar, y del Papa, a continuación. Comenzamos con una potente alabanza al Señor y con una profunda invocación al Espíritu Santo, canto en lenguas y las primeras palabras del Cardenal fueron estas: “Entra Espíritu Santo, Tú que entraste en el Cenáculo con las puertas cerradas”.
Sentía dentro de mí ese gran estremecimiento que produce el Don del Temor del Señor, y continuaba escuchándole cómo iba relatando la primera experiencia de Efusión del Espíritu, en la Iglesia Católica en 1967: “Descubrimos por primera vez lo que significa Adorar, sentíamos ese Temor Santo, su gran Amor hermoso y precioso, un sagrado Temor que estaba ahí y teníamos miedo de no resistir tanto Amor, en esta primera experiencia de la Presencia real del Señor. Nuestro Dios es un Fuego abrasador, algo sumamente hermoso, un Dios personal que llenaba la sala y a nosotros también”. Mientras escuchábamos al Cardenal, todos nosotros allí estábamos viviendo de nuevo, en vivo y en directo, esa Efusión del Espíritu, que derramaba su Presencia Poderosa en nuestros corazones. Después de 56 años de vida de la Renovación, el Espíritu sigue actuando, renovando, transformando y vivificando a este su pueblo de Alabanza ¡¡¡ALELUYA!!!
A continuación, Cantalamessa nos invitaba a responder a las tres llamadas que, ya en 2019, nos había hecho el Papa a toda la Renovación:
- Vivir una nueva etapa de evangelización a través de los Seminarios de Vida en el Espíritu y del Bautismo en el Espíritu. Una evangelización marcada por la alegría, que nace de una relación personal con Cristo vivo y presente entre nosotros,
- Un compromiso con los pobres y necesitados, atendiendo toda clase de pobrezas del mundo.
- Trabajar por la Unidad de los Cristianos, llamada que ha estado muy presente desde los primeros comienzos de la Renovación.
La siguiente experiencia intensa que vivimos con Cantalamessa, fue cuando él nos invitaba a proclamar en alto, y sucesivamente en todos los idiomas de los que estábamos allí reunidos (italiano, inglés, francés y español), esta Palabra de Romanos 8, 1-2 : “NO HAY, PUES, CONDENA ALGUNA PARA LOS QUE ESTÁN EN CRISTO JESÚS, PUES LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA EN CRISTO JESÚS, TE HA LIBRADO DE LA LEY DEL PECADO Y DE LA MUERTE”
Yo lo viví como un momento muy poderoso de fe y esperanza para mi vida y una confirmación de que verdaderamente hemos sido rescatados y salvados de la muerte y el pecado por puro Amor y Gracia de Nuestro Señor Jesucristo, sin mérito alguno de nuestra parte, gratuitamente, para que podamos vivir en la presencia y el gozo de la Resurrección, ahora y por toda la eternidad.
Hemos podido vivir en estos días la gran bendición de la Vida en el Espíritu, que Cristo nos ha regalado por su entrega en la Cruz. Hemos experimentado cómo el Señor vuelve a hacernos una potente LLAMADA a todo el pueblo de la Renovación, que reunidos y unidos allí con nuestro Pastor, el Papa Francisco, es capaz de TRANSFORMARNOS la vida y el corazón, para ser ENVIADOS a anunciar a todos hermanos que ¡¡¡CRISTO VIVE y ES EL SEÑOR!!! ¡A Él la Gloria, el Honor y la Alabanza por los siglos de los siglos! ¡¡¡AMÉN!!!
Elena Centeno - Comunidade Caná
CHARIS: Asamblea Mundial de la Familia Carismática
En el Encuentro Mundial de la Familia Carismática (CHARIS) en Roma, el pasado noviembre, el Papa Francisco nos ha llamado a todas las realidades y expresiones de la Renovación Carismática -como Comunidade Caná- a seguir realizando en este s. XXI los Hechos de los Apóstoles (Hch 29).
"Hay que echar el vino nuevo en odres nuevos" (Mt 9, 17)
1. Volver a elegir la Comunidad
La Comunidad es el lugar donde se vive la fe con otros hermanos, donde se crece, donde se desarrollan los dones y carismas, donde se establecen unos vínculos de pertenencia que nos impulsan a salir al mundo desde una identidad.
Este primer titular es sobre todo para los comprometidos, pues es en nosotros donde surgen las tentaciones de estancamiento. A vivir la Comunidad a medias. A ir tirando.
Este cambio de época exige que los cristianos vivamos en pequeñas comunidades. Minorías creativas, las llamó Benedicto XVI. Renovar nuestro compromiso en la Comunidad es algo más que participar en el Acto de Alianza anual; es más que participar en los encuentros mensuales. Es renovar nuestra pertenencia: volver a confirmarnos y confirmar a los hermanos que éste es el lugar preparado por Dios para nosotros, al que Él en persona nos ha llamado.
Y para todos es importante saber escuchar a la Comunidad...
- ¿Qué me está diciendo mi Comunidad?
- ¿Escucho esa voz como la voz de Jesús para mí en el presente de mi vida?
- ¿Me interesa esa voz? ¿Me interpela?
- ¿Creo verdaderamente que la Comunidad es un medio privilegiado para conocer la voluntad de Dios?
- ¿Me escondo de la Comunidad?
- ¿Hago mi vida, tomo mis decisiones... y después está la Comunidad en la cual comparto una parte de mi vida?
Que nuestro sí sea sí y nuestro no sea no. La Comunidad tiene que ser vivida con determinación a dejarme acompañar, dejarme hacer. La vivencia de Comunidad exige de nosotros una sinceridad radical de toda nuestra vida, para que Dios pueda hacer en nosotros y llevar a cabo el "querer y el obrar".
«Porque es Dios, más allá de vuestra buena disposición, el que en vosotros activa tanto el querer como el obrar» (Fil 2, 13).
2. La fraternidad no es una opción, es el camino
Vivir en Comunidad es poder decir: "Tengo hermanos, con todas las consecuencias".
La llamada a la Comunidad exige una respuesta firme e inequívoca en cuanto a la fraternidad.
Porque la naturaleza humana -carnal- va por un lado, y el Espíritu por otro. Los hermanos no los elijo; llegan a la Comunidad. Y este caminar juntos nos va purificando, nos va aligerando de pesos, de cargas, de apegos... y nos acerca a Jesús. A veces pensaré que esos hermanos no me sirven, no me ayudan. Otras veces estaré feliz y contento/a. Otras dudaré.
Debemos preguntarnos con el corazón en la mano: ¿Quiénes son mis hermanos en la fe? ¿Quiénes están en la barca conmigo y con Jesús? Mirad a quiénes eligió Dios. El seguimiento de Jesús en comunidad es una elección radical. Es una exigencia del Evangelio.
Vemos cómo una gran deficiencia de nuestra Iglesia es la falta de vida comunitaria. La vida de fe se va convirtiendo en un culto individual, en unas devociones particulares. Y después en una serie de tareas, servicios, apostolado que los creyentes van viviendo en su parroquia o movimiento. Pero estamos perdiendo el Fuego de Pentecostés. Este fuego viene a la Comunidad. Llegó cuando estaban todos reunidos... Y puede llegar de manera personal; pero el fuego del Espíritu nos envía a una Comunidad.
Este segundo titular nos lleva a una segunda elección, consecuencia de la primera. Elijo de nuevo a mis hermanos. Me comprometo con ellos, me implico, me ato a ellos; decido, otra vez, caminar con ellos. Asumo en mi vida sus historias de salvación.
¿Cómo vivo en Caná la realidad de acompañar y ser acompañado? ¿Para qué existen los acompañamientos en Caná?
Me acompaña la Comunidad, pero los acompañantes pueden abajarse a lo concreto de la vida del hermano/a y de la familia y tocar aquellos puntos más sensibles de su vida que pueden significar heridas, nudos, bloqueos, estancamientos.
No sirven de nada sin un permiso interior y profundo para dejarnos acompañar, guiar, iluminar. Porque el crecimiento espiritual tiene una claves específicas y unas prioridades. ¿Qué es prioritario en mi vida? Es un tema de toda la Comunidad, pero no toda la Comunidad puede hablar con concreción sobre ese aspecto. Hay una jerarquía en la vida interior: persona, matrimonio, familia, Comunidad, servicio, ministerio, dones, carismas...
3. La vida de Comunidad nos hace humildes
La humildad no es ser pequeños, no es sentirse pequeños, no es saberse pequeños... La humildad consiste en hacerse pequeños, por amor, para elevar a los demás. «Sed humildes. Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo, el cual, siendo Dios, tomó la condición de esclavo...» (Fil 2, 3-5).
La vida de Comunidad nos va enseñando este camino de la humildad, sin el cual no hay progreso espiritual ni crecimiento en la fe.
Sé que soy más humilde desde que he vivido la experiencia de otros Moderadores que hacen las cosas de otra manera distinta a la mía, que me exigen una aceptación de otros ritmos, otras prioridades, otro estilo... ¿Cómo, si no, voy a crecer en humildad? Uno solo no puede crecer en humildad. Se crece a través de humillaciones, equivocaciones, paciencia y sinsabores.
4. Avanzar en la espiritualidad carismática hacia el 2033
A través de la experiencia de Roma y de la escucha a este nuevo tiempo, se nos abre un horizonte más amplio y rico en nuestra espiritualidad carismática. Newness: vino nuevo para odres nuevos.
- Apertura a todas las realidades carismáticas, colaboración con ellas: vivencia de que somos una familia dentro de la Iglesia: CHARIS, gracia.
- SVE, ecumenismo, atención a los pobres.
- Insertados en la Iglesia y no aparte.
- Cercanía y cuidado de los sacerdotes.
- Caminando hacia el Gran Jubileo 2033.
Siempre adelante con los ojos fijos en el Señor (Hb 12, 1-3)
El cristiano que busca sinceramente conocer el lugar que la música debe ocupar en su propia vida, tiene en la Palabra de Dios una norma general que se puede aplicar a cualquier ámbito de su existencia: "Hacedlo todo para la Gloria de Dios” (1Cor 10, 31). Quien haya aceptado a Jesús como su Señor y Salvador ya no es autónomo para fijarse su propia ley, pues ahora está "bajo la ley de Cristo Jesús” (1Cor 9, 21). Y Jesús buscaba siempre lo que era agradable a Dios y servía para darle mayor gloria (Jn 7, 18; 8, 29; 17, 4).
Hacer algo para la Gloria de Dios significa que deseamos que Él reciba todo el honor y la alabanza de nuestra acción y que un mejor conocido, amado y servido. Por tanto, renunciamos a nuestra propia gloria personal. El mundo de la música, como toda actividad artística, ha sido desviada hacia la glorificación del hombre. Una de las metas -reconocida o no- de los artistas es la de hacerse un "nombre". Y Jesús dice con respecto a esto: "Más entre vosotros, no será así" (Mt 20, 26). En una oración común o en cualquier celebración litúrgica es inconcebible que músicos o cantores sean protagonistas. La música es ofrecida a Dios igual que las oraciones. No nos reunimos en el nombre del Señor para disfrutar de la música o para apreciar su calidad.
"Todas las cosas me están permitidas, pero no me dejaré dominar por ninguna” (1Cor 6, 12). Incluso las mejores cosas pueden convertirse en un peligro para mi libertad si se convierten en imprescindibles para mi bienestar, si no puedo vivir sin ellas. La música se ha convertido para muchos en una droga de la que les sería muy difícil prescindir. La música es un medio maravilloso por el cual Dios puede damos Paz, Alegría, Fuerzas.... pero siempre seguirá siendo un medio, como los alimentos o las medicinas, en las manos de Dios. No es de la música por sí misma de quien espero estos beneficios, sino de mi Padre que me ama. Debe evitar por tanto, dedicarles más tiempo, fuerzas o receptividad de lo que el Señor me muestra como conveniente para no depender de ella. Para muchos "melómanos", la música se ha convertido en un sucedáneo de la religión. Tienen necesidad de ella para tranquilizarse o animarse. Esperan de ella lo que solo podemos esperamos de Dios: consuelo, transformación interior, comunión con los otros... La música es una sierva de Dios; si no ocupa su lugar, se hace un ídolo, un falso Dios. Hacer música para la Gloria de Dios es contribuir a que Dios su conocido, tal como verdaderamente es, por el mayor número de personas. Glorificar "El Nombre de Dios” (Jn 17, 18). Es manifestar y hacer reconocer sus cualidades: Su Majestad, Su Gracia, su Ternura Su Belleza. La música glorifica a Dios cuando refleja estas cualidades y las evoca en el interior de los oyentes. "Una música para la Gloria de Dios -dice Küen- es una música de Paz, en el sentido de Shalom: plenitud, realización, felicidad “.
Pablo, justo después de haber hablado del canto, dice: "... y todo lo que hagáis, sea de palabra o de obra, hacedlo en el Nombre del Señor Jesús" (Col 3, 17). Hacer una cosa en el nombre de alguien, es hacerlo tal como él lo habría hecho, representando su personalidad, su naturaleza, hacerlo con su amor y su autoridad. Una música hecha en el Nombre del Señor Jesús debe reflejar su persona, su Fuerza y su Dulzura, su Verdad y su Pureza, su Amor y su Poder; y también su Celo, su Pasión por el Padre, su indignación ante el mal. Una música de esta clase podrá tener, según los momentos, fuertes sonoridades, acentos peculiares, diferentes estilos, pero no se complacerá en excitar ni en condicionar. No será de carácter caótico o exagerado, sino que transmitirá la serenidad y el equilibrio que nacen del triunfo de Dios sobre toda división o destrucción.
En el Antiguo Testamento, los músicos del templo eran levitas sometidos a las mismas obligaciones que sus hermanos. No tenían ningún privilegio ni patrimonio; Dios mismo era su heredad (Num 18, 29; Dt 10, 9). Algo semejante ha de suceder con quienes son llamados a servir al Señor a través de la música y el canto. Un ministerio de música es como un ministerio de intercesión o de predicación: un servicio al Señor en la Comunidad. Significa, de algún modo, una consagración a Dios. La Comunidad -a través de sus responsables- tiene que mantener una exigencia espiritual y de coherencia de vida para todos los que forman parte de un ministerio de música.
Quienes sirven al Señor en este ministerio han de amar más a Dios y a su Palabra que a la música. Deben tener una visión de la música y el canto desde la Palabra de Dios y la Tradición de la Iglesia. Han de tener paciencia, equilibrio emocional, capacidad de sometimiento y de trabajo en equipo; entusiasmo y celo, compensados con sensatez y buen humor. En la base de todo esto: humildad. Sólo con una vida de oración diaria y de entrega real se puede servir al Señor.
Los días son muy cortos, caen las hojas y puede que vengan a nuestro corazón algunas sombras cuando miramos tantos conflictos y problemas a nuestro alrededor. Pero lo contrario a la alegría no es la tristeza: es el temor. El temor nos paraliza, nos deja sin vida.
En la Biblia las palabras ¡no temas! aparecen tantas veces que corre la leyenda urbana de que son 365 veces: un ¡no temas! para cada día del año. En mi búsqueda salen muchos no temas ,pero nada que ver con este número, que tampoco se correspondería con un año judío . Estas palabras las recibió María : “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios” (Lc 1, 0); las recibió Josué: “No tengas miedo ni te acobardes, que contigo está el Señor, tu Dios, en cualquier cosa que emprendas” (Jos 1, 9); el Salmo 23 nos alienta : “Nada temo, porque tú vas conmigo”. Y el libro de Proverbios nos recuerda que el único temor que debemos tener es el de no hacer la voluntad de Dios:” El principio de la Sabiduría es el temor del Señor” (Prov 1, 7).
David no tuvo miedo cuando enfrentó a Goliat. ¿Sabéis por qué? Él cogió 5 piedras. ¿Qué significa cinco? ¿Qué significa si abro mi mano y muestro cinco dedos? Significa que voy armado con la Palabra de Dios y la Ley de Dios: cinco es la Torá, nuestro Pentateuco.
Francisco se fue a hablar con el lobo, que tenía atemorizados a todos los habitantes de Gubbio. Seguramente era el mes de noviembre y las nieves empezaban a provocar que los lobos aparecieran por zona poblada buscando alimento (Capítulo XXI de las Florecillas). Francisco no tenía miedo, porque el miedo es irracional y llama a la violencia. ¿Cómo le habló Francisco? Con la misma Palabra Encarnada que es Jesús: “¡Ven aquí, hermano lobo! Yo te mando, de parte de Cristo, que no hagas daño ni a mí ni a nadie”. Le devuelve la dignidad a un mundo que sólo arregla los problemas de convivencia con violencia. Francisco hizo la paz entre el Lobo y el Pueblo, porque él estaba en la Paz recibida del Príncipe de la Paz: Jesús. Su solución es constructiva y creativa, como el Espíritu de Dios. Cada habitante del pueblo dará de comer al Lobo.
Hay unos turrones que se llaman "El Lobo". Ahora, lo que te pide Dios es que devores todas tus tristezas y temores con la Bendición.
Y aquí viene la DINÁMICA...
1. Tenemos que coger 5 piedras.
2. En cada piedra escribimos las acciones que la misma Palabra nos recomienda dar a Dios: Alabar, dar Gracias, Bendecir, Adorar, Glorificar...
3. Cada día pondremos una piedra visible en casa. Nos recordará que lo único firme que debe permanecer en nosotros es la confianza en él, y no el temor.
4. Tenemos que llenar una cesta con papeles escritos con todo aquello por lo que debamos adorar, bendecir y dar gracias a Dios.
5. Sacaremos una piedra y un papel o dos o tres, y viviremos ese día en Alabanza y Adoración a Dios.
Podrías ayudarme a llegar a 100 razones por las que dar gracias: el agua, el Sol, nuestra parroquia, nuestro paladar, nuestros padres, nuestros compañeros, la lluvia, el ángel de la guarda, nuestra Madre del cielo, el aire que respiro, el dinero, estar vivo, la eucaristía, la libertad, el entendimiento, las ilusiones y los sueños, la verdad, la evangelización, los niños, los abuelos, los cumpleaños, el olor a hierba….
¡Bendito y alabado seas Señor por regalarme esta vida para escribir estas palabras!
Fernando de Susana - Comunidade Caná