Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

Fuego de Dios

By 11:46 , ,

       Es preciso volver a las fuentes: una Iglesia que profundiza en su naturaleza pentecostal será una Iglesia esencialmente misionera y en salida permanente. Hagamos subir a la Iglesia al aposento alto para recibir la fuerza del Espíritu Santo una y otra vez. A menudo convertimos el viento huracanado de Pentecostés en aire acondicionado, al tratar de domesticar la fuerza del Espíritu. El viento huracanado siempre nos sorprende, rompiendo esquemas y seguridades propias; nos mueve a ser fieles al Señor y no buscar tanto agradar a los hombres, descubriendo una variedad de carismas que no debemos despreciar aunque nos incomoden o comprometan. La fuerza impetuosa del Espíritu siempre sopla como quiere y no la podemos dominar; es el poder del Espíritu quien nos hace vivir en la libertad de los hijos de Dios. Si la primera evangelización en Jerusalén fue fruto de la irrupción impetuosa del Espíritu Santo en aquel primer Pentecostés cristiano, la nueva evangelización hoy no puede ser sino consecuencia de un nuevo Pentecostés que nos haga salir de nosotros mismos para ir a las periferias del mundo y anunciar la Buena Noticia a toda la creación.
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     Tras recibir el Espíritu, “los apóstoles daban testimonio con gran poder” (Hch 4, 33). La Iglesia primitiva había sido evangelizada con la fuerza del Espíritu Santo; es decir, fue en aquel Pentecostés cuando el mismo grupo de cobardes que había estado escondido por miedo a los judíos, recibió la fuerza y el poder de lo alto que les transformó en valientes misioneros y los hizo llegar hasta los confines de la tierra para predicar a Jesucristo y anunciar el Reino de Dios. Lo que sucedió en aquella escena nos lo relata el segundo capítulo del libro de los Hechos: Pedro ha recibido la fuerza del Espíritu Santo que le empuja a hacer aquella primera proclamación pública a todos los presentes en la plaza de Jerusalén. Resulta curioso comprobar cómo una sola predicación dio un fruto de tres mil conversiones (cf. Hch 2, 41), mientras que hoy ni siquiera tres mil predicaciones consiguen apenas una sola conversión…¿Dónde está la diferencia? Los apóstoles daban testimonio con gran poder, con la fuerza del Espíritu Santo; para evangelizar con gran poder hay que ser evangelizado con gran poder. Por eso es imprescindible hablar hoy de un nuevo Pentecostés que haga posible una actual y nueva evangelización. Si hoy queremos vivir la experiencia evangelizadora de la primitiva Iglesia, antes necesitamos haber sido evangelizados con la fuerza del Espíritu. “El Evangelio es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rom 1, 16). Solo una Iglesia evangelizada puede convertirse en una Iglesia evangelizadora; solo una Iglesia que vuelve una y otra vez al Cenáculo para recibir la fuerza del Espíritu Santo en un nuevo Pentecostés, puede convertirse en una Iglesia que evangeliza con gran poder, como la Iglesia primitiva. Sin nuevos evangelizadores no puede haber nueva evangelización; sin nuevo Pentecostés ni Espíritu Santo no hay nuevos evangelizadores ni nueva evangelización.

      La Efusión del Espíritu genera un proceso de discipulado que se plasma en una vida con propósito; en sucesivas elecciones sobre el estado de vida, el trabajo, la economía, las relaciones… una vida entera entregada a cumplir los sueños de Dios para mí. Vivir, desde la debilidad, en el Señorío de Cristo.

    “El Pueblo de Dios, por la constante acción del Espíritu en él, se evangeliza continuamente a sí mismo” (Evangelii gaudium, 139). “En cualquier forma de evangelización, la iniciativa es siempre de Dios, que quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu. La verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras” (Evangelii gaudium, 12). El capítulo quinto de esta Exhortación Apostólica del papa Francisco está dedicado íntegramente a la primacía que el Espíritu Santo tiene hoy para nosotros. Se titula “Evangelizadores con Espíritu”. Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios […]. Ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu […]. Él es el alma de la Iglesia evangelizadora […]. Invoco una vez más al Espíritu Santo; le ruego que venga a renovar, a sacudir, a impulsar a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí para evangelizar a todos los pueblos […]. Para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo, porque Él «viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rom 8, 26) […]. No hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera. Él sabe bien lo que hace falta en cada época y en cada momento. ¡Esto se llama ser misteriosamente fecundos! (Evangelii gaudium, 259; 261; 280). 

Javier de Montse - Comunidade Caná

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