Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

El Espíritu y los 3 cerditos

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    Érase una vez tres cerditos que eran hermanos, y que le tenían mucho miedo al lobo, porque sabían que si los encontraba se los comería. El mayor dijo un día: -¿Sabéis lo que pienso? Creo que deberíamos construirnos una casita para poder refugiarnos cuando venga el lobo.

El apóstol Pedro escribió que “el Diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1Pe 5, 8). El Espíritu Santo nos da la capacidad para velar y estar sobrios. Es el facilitador para saber dónde y cómo tenemos que construir cada día: “Mire cada cual cómo construye” (1Cor 3, 10). En el día a día hay una pendiente resbaladiza que nos sugieren a veces nuestros apetitos y deseos (Mt 7, 13); si se han dejado llevar por las prisas terminarán en la casita de paja (Prov 19, 2); si se han dejado llevar por la impaciencia, terminarán en la casita de barro (Sant 5, 7, 8). Todas estas casitas pueden terminar por el suelo...

¿Cómo reconocer las sugerencias del Espíritu para construir el día a día en familia? Bastaría con leer el evangelio de cada día y dejarnos invadir por esta palabra (Tim 3, 16-17); basta con escuchar a nuestros hermanos mayores (Deut 6, 4); basta con escoger lo que nos cuesta en lugar de lo fácil; bastaría con discernir lo que realmente nos hace mejores y construye más armonía y paz en nuestra familia (Sal 86, 11).

Pero no siempre es fácil realizar todo esto, porque nuestros afectos y nuestra carne mortal tiran a veces con una fuerza centrífuga de nuestro yo auténtico: el de ser hijos y no esclavos. Tenemos nuestra casa -y castillo, que diría Santa Teresa- pero muchas veces salimos de él. A veces, hay cosas de fuera que nos apremian; pero cuántas veces salimos de él y, por el camino, perdemos la llave para volver a entrar en la casa; o cuántas cosas nos desvían y nos pierden por distintos lugares que nos hacen difícil encontrar el camino de vuelta (Pulgarcito). 

Cuántas veces hemos salido de casa y nos hemos dejado deslumbrar por algo que realmente no merecía la pena, como le pasa a Blancanieves cuando acepta de la buhonera la preciosa cinta para colocar en su vestido.

Cuántas veces nuestro egoísmo ha hecho la descomunión y falta de comunicación con nuestros hijos que nos necesitan frente a cualquier tarea urgente, y los hemos perdido dejando que se aventuren solos en el bosque (Hansel y Gretel).

A veces, somos familias que duermen como la Bella durmiente, necesitadas de que el Príncipe de la Paz nos de su beso de vida, su Espíritu vivificador, que nos facilite salir del sueño paralizante y que nos lance a la realidad a la que nos llama.

Clamemos con la oración del Cardenal Mercier: “Oh, Espíritu Santo, alma de mi alma, te adoro! Ilumíname, guíame, fortaléceme, consuélame; dime qué debo hacer, dame tus órdenes; te prometo someterme a todo lo que desees de mí y aceptar todo lo que permitas que me suceda; hazme tan solo conocer tu voluntad. Amén.” Si hacemos esto, no seremos ni el cerdito pequeño ni el del medio; seremos el cerdito que escuchó a Dios, porque quizá de nosotros -y no de otros- dependa la salvación de muchos.

Dios ya ha construido una casita para nosotros. Es nuestra Iglesia Doméstica: la familia. Cuando todo se desmorona, hay un lugar donde quedar a salvo: la Eucaristía en la Iglesia es el fuego del hogar. Si el matrimonio permanece unido amando a Jesús en la Eucaristía, como los Beatos Luigi y Maria Beltrame... ¿qué lobo podrá destruir este hogar? (Rom 8, 35).

Pensaba -tras conocer la vida de estos esposos empeñados en amar juntos a Jesús- la importancia de intentar acudir siempre juntos a la Misa (Homilía beatificación Luigi y Maria en 21/10/2001). Dios mismo es quien les hace esta comunicación de amor para que permanezcan unidos, no son sus fuerzas. Esto es lo que se nos está recordando en tantos retiros de nueva evangelización para los matrimonios.

 

DINÁMICA :

Si todavía no has contado este cuento a tus hijos -o no te andas con cuentos- esto es una invitación para que contemos cuentos. Diego Blancoen su libro "Érase una vez el Evangelio de los cuentos", siguiendo la estela de Tolkien, nos dice que los mitos y los cuentos no son mentiras: encierran dentro de ellos destellos del Evangelio.

1. Elige un cuento de toda la vida.

2. Busca la mejor versión.

3. Conéctalo con las enseñanzas del Evangelio.

4. Cuéntalo en familia y hablad de sus resonancias.

Fernando de Susana - Comunidade Caná

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