Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

Vida nueva... ¡canto nuevo!

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El canto nuevo 
 "¡Sed vosotros mismos el canto que vais a cantar!" (S. Agustín)

El canto en nuestras asambleas cristianas, tan lleno de riquezas, carecería de valor y de consistencia si no estuviese animado por el cántico interior del corazón del cual es expresión y donde tiene su fuente. El culto agradable a Dios brota del corazón. El canto en espíritu y en verdad enlaza la oración con la vida. Nuestra música es para expresar el Amor con todo el corazón y con toda el alma.

Además del canto expresado por nuestros labios, existe un cántico interior que resuena en lo profundo del corazón humano. "Sin voz también es posible cantar, con tal de que resuene interiormente el espíritu. Pues cantamos no para los hombres sino para Dios, que puede escuchar nuestros corazones y penetrar en la intimidad de nuestra alma" (S. Juan Crisóstomo). El cántico interior no está en oposición con el canto vocal; al contrario, es el alma y el verdadero contenido de éste. "¡ Alabemos al Señor nuestro Dios no solamente con la voz, sino también con el corazón... La voz que va dirigida a los hombres es el sonido; la voz para Dios es el afecto" (S. Agustín).

En la liturgia, el canto exterior calla a menudo para la proclamación de la Palabra, para las oraciones y para el silencio sagrado; pero el cántico interior no debe cesar jamás. En concreto, en el salmo responsorial el/la salmista nos pone la Palabra de Dios en los oídos y en los labios; la escuchamos y participamos con la antífona. Mientras el oído escucha al salmista, el corazón debe continuar cantando internamente.



La terminación de la asamblea y de sus cantos no debe hacer callar ese cántico interior. Pues no basta con cantar las alabanzas de Dios; hace falta la vida. San Agustín nos dice: "Sed vosotros mismos el canto que vais a cantar". "Os exhorto, hermanos, a alabar a Dios. Pero alabad con todo lo que sois, es decir, que no sólo alabe a Dios vuestra lengua y vuestra voz, sino también vuestra conciencia, vuestra vida, vuestras obras... Por tanto, hermanos, no os preocupéis simplemente de la voz cuando alabáis a Dios; alabadle totalmente: que cante la voz, que cante la vida, que canten las obras". "¿Quieres que la alabanza resulte agradable a tu Dios? No juntes al buen canto la estridencia de tus malas costumbres. Los que alabáis, ¡vivid bien!. La alabanza de los impíos ofende a Dios. El se fija más en tu vida que en el sonido de tu voz".

El canto de la vida ha de unirse al canto de los labios. No sólo para que de ese modo sea la alabanza de toda la persona, sino para que se pueda experimentar verdaderamente aquello que se dice en el canto. De nuevo nos enseña Agustín : "No podréis experimentar qué verdadero es lo que cantáis si no empezáis a obrar lo que cantáis. Empezad a obrar y veréis lo que estoy diciendo. Entonces fluyen las lágrimas a cada palabra. Entonces se canta el salmo y el corazón hace lo que se canta en el salmo. . Porque los oídos de Dios atienden al corazón del hombre. Muchos son atendidos estando sus bocas en silencio y otros muchos no son escuchados a pesar de sus grandes clamores".

La Palabra de Dios cantada continúa presente en la vida del cristiano. Si el cántico interior no se apaga, los cantos seguirán resonando fuera de los muros de las iglesias como un eco vivo y una prolongación espiritual de nuestra oración en nuestras vidas.

Más enseñanzas para el Ministerio de Música en el libro "El Espíritu Santo en clave de sol"


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