Su costado abierto
Con una fuerza de lógica que nos parece irresistible, se apoyan en la imposibilidad del hombre, dejado a sí mismo, de cumplir las obligaciones de un estado que pide una constancia de voluntad y un imperio sobre las pasiones superior a las fuerzas ordinarias de la naturaleza. Imposible refutar con éxito tal argumento, si se rechazan las enseñanzas de Jesucristo y se sustrae el Matrimonio al influjo sobrenatural de la gracia. Demostrar que la indisolubilidad del Matrimonio es una institución necesaria para la conservación de la familia y el verdadero progreso de la sociedad, es fácil; pero esto no prueba que esté, en manos del hombre dejado a sí mismo, hacerlo. ¡Cuántas cosas necesarias no puede el hombre conseguir y conservar con sus propias fuerzas!

Por lo menos nosotros, cristianos, sabemos qué hemos de pensar acerca de tan importante materia y entendemos qué es el Matrimonio sin Jesucristo y con Jesucristo. Sin Él, es una sociedad sin fundamento ni suficientes garantías de duración; yugo intolerable frecuentemente y -más frecuentemente aún- asociación puramente exterior en la que ninguna parte toman los corazones. Con Él, el vínculo sagrado que une los corazones y los purifica y santifica y aumenta sus fuerzas y mitiga sus dolores y acrecienta las alegrías del hogar doméstico haciéndolas más meritorias y los prepara para gustar en el cielo las delicias de la unión del Hijo de Dios con su Iglesia, cuya imagen viva es el mismo sacramento en este mundo.
P. Enrique Ramière, El Corazón de Jesús y la divinización del cristiano, pág. 931
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