YO brillo, pero TÚ no me miras

Pero me apiadé de él y vine de lo alto. Yo, el absolutamente invisible, compartí con él la opacidad de la carne. Recibiendo de la carne un principio, llegué a ser hombre y fui visto por todos. ¿Por qué, pues, acepté hacer todo esto? Porque la verdadera razón de haber creado yo a Adán es ésta: que me pudiera ver. Cuando se volvió ciego, y, detrás de él todos sus descendientes al mismo tiempo, yo no podía soportar estar en la gloria divina y abandonar a los que había creado con mis manos; pero me hice en todo semejante a los hombres, corpóreo con los corpóreos, y me uní voluntariamente a ellos. ¡Ves tú cuál es mi deseo de ser visto por los hombres! ¿Cómo, pues, puedes decir que me escondo de ti, que no me dejo ver? En verdad, yo brillo, pero tú, no me miras.
Simeón el Nuevo Teólogo. Himno 53
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